12.11.24

En Nîmes me recibe en el casco histórico, en un pequeñísimo hotelito monoestrella de un edificio vetusto, un encargado de lo más amable, con esa hospitalidad meriodional que creemos que pertenece sólo a la ficción de las novelas. Me sienta, me ofrece un café de acogida y una revista nada más llegar, y, milagro, no me cobra los 5 euros de rigor por guardar mis maletas a causa de mi llegada anticipada (2 horas antes del check-in), sino que me sube él la maleta por una escalera de caracol vertiginosa y le da los últimos toques a la habitación para que esté perfecta. El hotel es muy sencillo, pero la atención es superbe. 

El contraste con el albergue juvenil tipo hub donde me he alojado en Montpellier es abismal. La decoración era muy divertida y había muchas actividades encaminadas a que la gente joven participe para interaccionar entre ellos... Pero durante mi estancia, yo sólo ví a muchos jóvenes enfrascados en la pantalla del portátil o la tablet, cada uno a lo suyo, en un ambiente muy impersonal. Bien es verdad que me acosté pronto, probablemente me perdí la mejor parte.

Esta ciudad tiene mucha enjundia, y no sólo por los restos romanos contemporáneos de Cristo, sino porque el urbanismo que vino después emuló esas magníficas construcciones, y el conjunto resultante recrea una Roma, a la francesa, muy convincentemente. Todo es de gran elegancia y de muy buen gusto, desde las tiendas (muchas de ellas con interiores de varios siglos atrás) a los palacios, avenidas y rondas que sustituyen a la muralla. Me ha gustado especialmente el Jardín la Fuente, que se extiende monte abajo desde la Torre Magna romana. Bajo la luz amarillenta y la llovizna propias de un día de otoño, me ha resultado de lo mas evocador. 

El Anfiteatro, la Casa Cuadrada (impresionante templo dedicado al culto de Augusto y su familia), los arcos, el Templo de Diana, el acueducto etc están milagrosamente bien conservados, y no será por lo mucho que los han cuidado durante estos 2000 años... porque por ejemplo, la Torre Magna casi la destrozan buscando un supuesto tesoro que Nostradamus había profetizado que estaba enterrado allí. La vaciaron por completo hasta dañarle los cimientos... Sin encontrar nada, por supuesto (Pero por qué llevamos siglos haciéndole caso a ese hombre? Eso sí que es todo un fenómeno.) 

Notas: 

- Sendas estatuas, toro y torero, celebran la Fiesta (con mayúscula)  junto al Anfiteatro, donde se celebra, como no, un festival de flamenco. El cartel gigantesco que lo anuncia nos muestra una bailaora del flamenco más heterodoxo, mirando al frente desafiante, con las manos alzadas en la consabida posición y cubriéndose lo que se supone que es su pubis desnudo con un abanico, prendido de salva sea la parte con una pinza de la ropa. Ole y ole. 

- Frente al templo llamado la Casa Cuadrada (Maison Carrée), Norman Foster ha construido un nosequé... que también resulta de lo más cuadrado. La geometría es lo que tiene. (El moderno museo sobre la Nîmes romana, frente al Anfiteatro, me gusta bastante más).

- Callejear por el casco histórico de Nîmes es una delicia que hay que saborear sin prisas para sacarle todo el retrogusto. Nîmes me ha impresionado por su señorío y elegancia, es una ciudad alegre y luminosa donde los que se cruzan contigo por la mañana te "bonjourizan" con una sonrisa de propina. Para mí, que vengo de una gran urbe siempre apresurada y dinámica, es toda una novedad ver a los que se dirigen a su trabajo caminar sin prisas, e incluso pararse a echar una parrafada con un conocido. Pero supongo que es una impresión equivocada: yo callejeo por el centro histórico, donde están los palacios (impresionantes por cierto) de las dependencias municipales y las exquisitas tiendas de diseño y decoración, los artesanos del pan de las boulangeries de buen tono, los artesanos de artículos de lujo etc. Imagino que no será igual en donde viven los ciudadanos corrientes... aunque ayer presencié la entrada de varios colegios en hora punta, y más tarde tuve que hacer cola en el súper de turno antes del cierre, y no me pareció que nadie andara con prisas. Estos meridionales creo que saben entender la vida. 

- Este país hace especial hincapié en celebrar los logros de sus notables (los propios y los que se apropian), honrar a sus héroes de tantas guerras y conmemorar su larga lista de revueltas populares. Hay muchos monumentos erigidos en recuerdo de las batallas y las revoluciones, siempre con gran abundancia de banderas tricolores. Me pregunto por qué no les bastará con una sola bandera bien grande, en lugar de arracimar un buen puñado de ellas cada pocos metros. Debe de ser que mi idea del patriotismo, decorativamente hablando, es más bien ramplona ("Sencillez y economía en la casa de María").

- En multitud de esquinas hay letreros que te avisan de que las vídeocámaras te están grabando, por tu seguridad. Me parece que Orwell afinó mucho mejor que Nostradamus sus predicciones, y la del Gran Hermano la acertó de lleno.

- El Anfiteatro romano. Suspiro de admiración. Nada más que añadir. 


Anecdotario:

- Por todas partes hay referencias a la tauromaquia... en la Taberna La Terna, te puedes vestir de torero con tus amigos con trajes de luces auténticos, degustar un guiso de rabo de toro y participar en el festival de sevillanas. Muchas tiendas exhiben pinturas, libros, hasta cabezas de toro disecadas, abundando en el tema. Supongo que es una fuente de ingresos muy valiosa para los locales.

- Estación de Nîmes, esperando el tren a Avignon: un joven viajero deja en el suelo su mochila y espontáneamente se pone a tocar el piano del vestíbulo, que por lo visto es de libre acceso. Nos obsequia con una versión algo titubeante pero entusiasta de "Viva la vida" de Coldplay. Luego se arranca por "Divenire" de Ludovico Einaudi, que se le da mejor. Bless him. (Más tarde me doy cuenta de que no es tan espontáneo: un grupo de jóvenes espera su turno. Deben de ser estudiantes de música que vienen aquí a practicar y ensayar, una chica en concreto toca con gran nivel, improvisando variaciones sobre "La la Land").

- La ventaja de ser insomne es que puedo madrugar y bajar a callejear justo cuando ya clarea y la ciudad se despereza. Ese momento, junto con el de la primera hora de la tarde, en la pausa del almuerzo, cuando parece que el mundo se toma un respiro, son mis momentos mágicos del día. 

- Ya he visto en multitud de sitios carteles con instrucciones de qué hacer en caso de atentado. Los pelos de punta. 

- He estado a punto de meterme en el tren equivocado en dirección contraria a Avignon....  ay ay ay, la niebla cognitiva (es que el destino empezaba también por "A"). 

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