Cada parada en mi camino me deja más impactada que la anterior. En Avignon, con la iglesia hemos topado. Tantos papas y tantos vaivenes de la historia han dejado aquí un patrimonio increíble.
Por momentos me he acordado del síndrome de Stendhal de mi compañera de piso en Florencia. Era de Maryland, pero vivía en Manhattan y llevaba en la ciudad toscana muchos meses, haciendo un curso de orfebrería. Cuando llegué, para una estancia corta de una semana, me aconsejó que no quisiera abarcarlo todo porque me iba a terminar agobiando. Como le pasó a ella al principio, porque eso de saber que, mires donde mires, estás contemplando algo que ha sido trascendental en la historia del arte, de la literatura y del pensamiento humanos... termina resultando agotador. Sobre todo si vienes de otro mundo (el nuevo mundo, se entiende).
Algo así me ha pasado a mí hoy cuando, al acercarme los Palacios Papales, el horario de visitas del día había terminado ya. He sentido alivio, para qué voy a mentir... Hoy ha hecho un día ventoso, pero muy soleado en Avignon. Y era una lástima meterse en un recinto cerrado cuando anochece ya a las cinco y media. La vida bullía fuera de aquellos muros.
De modo que he bajado hasta el Ródano y me he asomado al famoso puente. Para mí era una cuestión sentimental, porque mi abuelo materno, que hablaba algo de francés, me enseñó la canción siendo muy niña: "Sur le pont/d' Avignon/On y danse/On y danse/Sur le pont/d'Avignon/On y danse/Tout en rond". De modo que hoy he tenido un recuerdo para él, que nunca pudo venir a ver esta maravilla. La vista de los palacios desde el río con el sol ya bajando es bellísima, y aún gana más con la iluminación nocturna. La impresionante muralla abraza todo el aparato del poder cismático hecho piedra anclada sobre la roca. Pero ay, nada es inamovible y al final estos santos varones se tuvieron que volver a Roma.
Mañana volveré por allí para ver el Jardín de Doms sobre la roca, y haré una segunda intentona palaciega. Intentaré ignorar esa virgen de oro que alguien ha colocado en toda la punta de la torre del campanario de la iglesia de los Papas. Sólo se me ocurre una cosa: qué necesidad había?
Me encantan los viejos palacios renacentistas y barrocos diseminados por los alrededores del de los Papas. Muchos tienen un jardín posterior protegido por altos muros, y casi es mejor imaginar desde fuera, juzgando por la frondosidad de los árboles y lo tupido de las enredaderas, lo señorial que debe de ser por dentro. A veces no hay que dejar que la realidad te arruine una buena ensoñación.
Notas:
- En cada esquina del viejo Avignon he visto una hornacina con una virgen de piedra encerrada tras una reja. Me pregunto si será la misma o si aquí pasará como en Sevilla, donde cada barrio tiene la suya y algunos devotos demasiado "capillitas" las convierten en "rivales".
- Muchas iglesias desacralizadas son ahora teatros, y durante el prestigioso festival de las artes escénicas se convierten en sedes. Qué pensarían los Papas de esto?
- Hay muy poco tráfico rodado en el centro de todas estas ciudades qué voy visitando. Las zonas de bajas emisiones impiden que quien no tenga una pegatina Crit'Air (Certificat Qualité de l'Air) pueda circular. Y como yo me muevo por cascos históricos, me beneficio de zonas peatonales o de áreas donde sólo entran las urgencias, las mercancías y los residentes. Seguro que le complica la vida a muchos ciudadanos (estás medidas siempre provocan división de opiniones) pero para mí, paseante sin fronteras, es una delicia deambular despreocupadamente por la calle. Y tiene el encanto añadido de que en ocasiones me cruzo con una bella imagen del pasado, porque el transporte de mercancías de pequeño tamaño se hace algunas veces en triciclo o en carretilla...
- Entre tantas iglesias góticas a cual más bella, encuentro una sinagoga también preciosa en la antigua judería. Si no estuviera el patio tan revuelto intentaría preguntar si puedo visitar el interior, pero tras la noche de los cristales rotos que hemos tenido en Ámsterdam hace poco, me da cosa... lástima.
- Aquí toda la cartelería es trilingüe. El segundo idioma es el italiano (la frontera está ya cercana), y el tercero es el provenzal, una variedad distinta a la de Occitania. Los trenes regionales también han cambiado de denominación, se llaman "Paca" (acrónimo de Provenza-Alpes-Costa Azul). Yo les agradezco el detalle de todo corazón, porque así se reducen las posibilidades de que me monte en el tren equivocado como ayer... Buscaré a Paquita por los andenes!
Anecdotario:
- Para prevenir posibles hurtos, tomo la precaución de llevar el dinero y el pasaporte etc debajo de la ropa, en un bolsillo colgante, de esos que te venden en una tienda de maletas. Pero es una medida de seguridad muy embarazosa. En sentido literal, porque el monedero abulta y, por dentro del pantalón, me hace panza. Y en sentido figurado... cada vez que he pagado algo y tengo que recolocar todo el armatoste en su escondite, por muy bien que quiera posicionarlo, me encuentro con dificultades para andar a los pocos pasos, porque la ley de la gravedad es muy cruel conmigo y el condenado invento se ha movido. De modo que, ya en la calle, me toca meter la mano por dentro del pantalón y me temo que debe parecer que me estoy rascando el honor de la familia. (La frase no es mía, mi madre decía que en su época las chicas llevaban el honor de la familia entre las piernas).
- Al escribir, el corrector automático se empeña en cambiar "Papas" por "Papás". Y acierta. También lo eran.
- Hoy en la calle he visto a un viejo que en plena ventolera desaforada se entretenía en agrupar, con la punta de su bastón, las hojas secas caídas para arrinconarlas contra la fachada. Su afán no obtenía más que un resultado momentáneo, pero él debía de estar aburrido y no cejaba. Creo que yo estoy haciendo lo mismo que él con estos apuntes.
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