21.11.24

Hoy va a llover todo el día según las previsiones. Con el añadido de que hace bastante frío, porque está nevando con intensidad en el interior y el norte de Francia. El viento me echa su aliento gélido en la cara. Ayer tuve la suerte de conocer Niza al atardecer. Hoy exploraré sus rincones bajo otra luz más sobria. 

Esta ciudad ha sido más italiana que francesa durante siglos, de modo que hay mucho barroquismo en ella. Las iglesias de la ciudad vieja podrían estar en Nápoles perfectamente. Las cúpulas son de cerámica a dos tonos. El palacio Lascaris en particular es todo un delirio del recargado barroco genovés, según leo. 

Por aquí han pasado muchos pueblos en liza, y a todos ha pertenecido este enclave estratégico durante un tramo de la historia. Y luego los ingleses, gracias al capricho que tuvo su reina Victoria de veranear en este clima cálido, también dejaron aquí su huella, en la Promenade des Anglais, donde he visto las casas de veraneo más reminiscentes de lo que fue la era victoriana. Pero nada supera a la exuberante edificación que se llevó a cabo desde que Niza quedó en manos francesas. La expansión de la ciudad es un muestrario de lo que este país puede dar de sí en cuestión de elegancia y buen gusto. Pasearse por esa zona es un placer. 

El mar se ha levantado en calma y de un azul muy pálido. La franja de playa es estrecha y está llena de guijarros grisáceos y restos de cañas. A lo largo del paseo marítimo,  la gente hace las mismas cosas que en cualquier paseo marítimo del mundo, pero con más glamour. Algunos osados se atreven a bañarse. Seguro que ni siquiera se resfrían, y a mí, con mis guantes y mi bufanda ya me gotea la nariz. Muchos se sientan en las sillas azules metálicas preparadas para contemplar las idas y venidas de las olas, y también de los aviones del cercano aeropuerto, que vuelan literalmente por encima de la orilla. 

Paso por delante de la imponente mole del Hotel  Negresco, y dedico un pensamiento a las víctimas de aquel ataque terrorista del 2016, cuando celebraban con música y bailes la fiesta nacional del 14 de julio en el paseo marítimo justo enfrente, y muchos fueron cruelmente atropellados por una furgoneta. El monumento que les conmemora es una gaviota con morfología humana a punto de remontar el vuelo hacia el horizonte. El hotel en sí me recuerda algo que mi abuelo decía, con toda su retranca malagueña: "Viva el lujo y quien lo trujo". 

En los altos donde se sitúa el museo de bellas artes hay muchas fenomenales villas de veraneo de la belle époque y también del art nouveau y art déco, con sus correspondientes fenomenales jardines. Los naranjos están que revientan de fruta. Me imagino que el aroma a azahar en primavera lo impregnará todo. Al final no entro en el museo, porque me entero de que las obras de Matisse están en otro, que queda mucho más alejado.

La amplitud de las enormes plazas de Garibaldi (nacido aquí) y de Massena le da un carácter señorial a la ciudad nueva. He gastado ya los calificativos, de modo que dejo que se califiquen por sí mismas. En la plaza de la Belleza, que hace honor a su nombre, hay un puerto cuadrado como el de Marsella, pero en pequeño. Lo flanquean unos edificios que ya son más genoveses que franceses. 

Notas:

- Una huelga de 48 horas de los servicios ferroviarios me detendrá en Niza, y no podré acercarme a las cercanas y glamurosas Cannes y Antibes. Consultaré los servicios mínimos. Una lástima, porque están a una media hora larga en tren solamente. Pero tampoco me supone una desilusión enorme. He vivido una existencia plena y feliz hasta ahora sin haber visto esos lugares, y pretendo continuar del mismo modo. Claro que, siendo sincera, si estuviera en marcha el festival y supiera que alguno de mis ídolos iba a acudir... Creo que iría andando por el mismísimo arcén de la carretera hasta allí, si no hubiese otro medio de llegar. Las cosas como son. El cine es mi única religión, y los cineastas, mis dioses y diosas. 

Los eufemismos del siglo XXI para referirse a una huelga son cuando menos rebuscados. Para los franceses, de trata de un "movimiento social". Para los ingleses, es una "acción industrial". Dentro de poco, tendremos que consultar un diccionario de lo políticamente correcto para poder nombrar las cosas. Me gustaría encontrar la trampilla secreta que esconde el camino de vuelta al siglo XX, para escaparme por ella.  

- Cuando yo era niña, mis primeros compañeros de juego fueron los vecinitos del piso de arriba, hijos de una francesa. Pasaron un verano aquí, y a su vuelta me trajeron una muñeca preciosa con el traje típico de Niza. Ahora que lo veo en muchos escaparates, me trae bonitos recuerdos. 

- El Palace de la Mediterranée, ahora casino, es para mi gusto el más bello de todos los frontales del paseo marítimo. La elegancia sobria de líneas puras del art déco no se ha superado. Qué pedante me estoy poniendo, como si yo supiera algo de arquitectura. 

- Hay una exposición al aire libre de fotografías nostálgicas de la Niza del ayer. En una de ellas está Luis Mariano en la batalla de las flores del famoso carnaval de esta ciudad. El cariño que le tienen los franceses a este artista perdura en el tiempo, y eso que sus fans de aquella época deben de tener ya todas un pie en  la tumba. Tengo que confesar que cuando le veo en Violetas Imperiales me da un ataque de vergüenza ajena. Pero tenía una gran voz y al parecer era una gran persona. 

- En el mercado de las flores de la preciosa Cours Saleya, compro el almuerzo: un pain bagnat y una empanada de ratatouille. Luego me doy cuenta de que las dos cosas llevan casi los mismos ingredientes, sólo que una en crudo y en la otra, cocinados. Cabecita loca! Hoy almuerzo y ceno lo mismo... Veo que sirven ostras y mejillones en muchas terrazas, pero temo irritar a mi colon, que hoy está de buen humor.

- La versión gala de ZARA se llama ZAPA. Me troncho. Un momento. Mejor me río pero para mis adentros, que es más educado y más acorde con el entorno.

- La presencia rusa en Niza es exuberante. Antes y después de la revolución ha habido un flujo constante de exiliados y expatriados. Hay un boulevard Zarevich, y una catedral ortodoxa que quita el hipo. Perdón... que sin duda mueve a la devoción de la fe ortodoxa, pero tras invertir una fortuna en su construcción para que no pasara desapercibida. Muchas inmobiliarias y quien sabe qué más son rusas aquí.

- Hay unos pasquines del gobierno en los comercios, con la ilustración del rostro de Marianne, la figura que encarna la república francesa con su gorro frigio. El texto dice (traduzco): "La república se vive a cara descubierta en todos los lugares públicos [...]. No se permite que nadie, en un espacio público, use una indumentaria destinada a ocultar su rostro". En efecto, la multitud de mujeres que identifico como musulmanas en la calle llevan su hijab, pero no he detectado ninguna con esos otros tipos de velo que tapan la cara. 

Anecdotario:

- La imposición de la lengua francesa  ha calado desde hace generaciones, pero aún hay una gran presencia de la italiana, en los carteles y en las conversaciones más dialectales. Ayer fui testigo de una pelea a gritos en una plaza, y en la ristra de insultos que se intercambiaban los contendientes pude reconocer la expresividad característica d' il bel paese. 

- El recepcionista del hotel es un tipo curioso. La encarnación en la vida real de esos mayordomos de ficción que miran a todo el mundo desde un plano superior, con un distanciamiento irónico y una especie de desprecio cordial. Y todo esto en un hotelito decadente venido a menos, cuyos días de gloria sólo perviven en el recuerdo. Me encanta.   

- Me cruzo con un curita joven preconciliar, que a la sotana añade el béret (la boina tradicional francesa) y unas gafas vintage. Parece salido de una fotografía de Robert Doisneau. 

- Nunca he visto tantos hoteles juntos, ni tantas funerarias. Por lo visto aquí se muere mucho la gente. Será por no quitarse el bañador mojado en todo el día?

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