3.12.24

Doy un último paseo por Varenna antes de coger el tren hasta el lago di Garda. Algunas tiendas y bares de la orilla ya están abiertos, esperando bajo el sol al primer ferry de la mañana. Las montañas son rosadas y el mar es turquesa claro a esta temprana hora. Hace mucho frío, desde aquí abajo veo neveros en los picos más altos. Una familia de patos aletea en la orilla. 

Me prometo volver a este lugar tan evocador donde cada rincón se podría pintar. Está centrado en el lago, y es la localidad natal de Giovanni Pirelli, con su ermita del siglo XI y sus villas dieciochescas, entre ellas, Villa Monastero, con jardín botánico panorámico. Pero volveré en temporada baja, para gozar del silencio. El concierto de campanas me indica que ya es hora de recoger mi maleta. La cafetería de la encantadora estación es en realidad una pastelería exquisita, bar de copas y boutique de regalos de caros, indicativa del poder adquisitivo de muchos visitantes de la zona. Hasta la próxima huida de la realidad, nos vemos, Varenna. 

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