4.12.24

El tren que me lleva hasta Desenzano está tan lleno, que muchos pasajeros tienen que permanecer de pie, pero por poco tiempo porque la mayoría son estudiantes que se bajan en estaciones intermedias. Hay turistas con maletas, claro, y también bastantes soldados con sus aparatos petates. Hasta ahora estoy utilizando la red regional, y debo decir que salvo en una ocasión, los trenes del norte han llegado puntualísimos. Este fin de semana despierto del sueño, porque hay todo tipo de cancelaciones y autobuses alternativos con los horarios cambiados.

En Desenzano he alquilado un estudio encantador con tejado de vigas de madera a dos aguas, en la última planta de un edificio antiguo. Me encanta, porque me da esa falsa sensación de vivir la vie bohème... Pero sin que me falten los radiadores y un cuarto de baño bien equipado. Así cualquiera. 

La ciudad es un centro vacacional desde muy antiguo, y cuenta con innumerables hoteles y todo tipo de amenidades para los turistas, la mayoría de precio elevado, con tiendas, restaurantes y galerías de arte de elegantes escaparates. El casco histórico es precioso y está cuidadosamente arreglado para que todo haga juego con todo y nada desmerezca el conjunto. Es muy bonito, pero echo de menos un poco de espontaneidad. Menos mal que la gente que se encuentra y charla por las calles semivacías (la población en realidad se agrupa más arriba) al menos parece estar de buen humor, y oigo con frecuencia grandes risotadas, que le dan vida al decorado. De noche, las luces navideñas son una obra de arte.

El lago Garda estos días está algo brumoso y sólo a ratos se asoma un sol muy tímido que no calienta. Visito también las ciudades contiguas de Sirmione y Peschara. 

En la península de Sirmione me impresionan el maravilloso castillo sobre el agua de Scagliero, y el precioso paseo por la orilla del lago, bordeando los jardines. También las ruinas de un edificio romano llamado Grotte di Catullus. Las he visto desde lejos, había una excursión escolar muy numerosas que obstaculizaba el acceso, y yo tenía prisa por seguir viendo cosas antes de la caída del sol. María Callas se compró en Sirmione una magnífica villa, y la ciudad la recuerda con cariño en cada esquina. La diva decía querer ser enterrada en aquel paraíso, pero como suele ocurrir, este deseo pre-póstumo no se cumplió y al final dio literalmente con sus huesos en París, que tampoco está nada mal. 

Peschara también me atrapa, con su influencia veneciana. Formó parte de la República de Venecia, y los dux construyeron allí un bastión defensivo del que permanecen restos en su canal y en la plaza de San Marcos. Su antigua fortaleza y su muralla eran formidables para su época. Encuentro, como en todas las localidades italianas, numerosas placas y monumentos conmemorando a los caídos en las dos guerras mundiales. No recuerdo en cual de los dos pueblos hay un monumento muy bonito a los bersaglieri, el cuerpo del ejército que lleva un sombrero con alas y un llamativo penacho de plumas. 

Por lo visto hay una reserva natural cercana muy valiosa, donde habita un tipo de pato, del que en mi ignorancia de urbanita no había oído hablar en mi vida. De la fauna lacustre, ni de ninguna otra en realidad, conozco más allá de las películas del Walt Disney más clásico y visitas al zoo para ver a Copito de Nieve. Para para mi vergüenza, nunca escuché la llamada de la Madre Naturaleza. Por ese motivo, no puedo nombrar aquí cual es el ave gris que veo, posada sobre una pilastra, abrir sus enormes alas como para secarlas... tiene el aspecto de un pelícano, pero no puedo aventurar que lo sea. 

Antes de bajar a la cercana Verona, doy un rodeo y mi siguiente etapa me lleva hasta dos localidades del Alto Adige, Bolzano y Bressanone. Siempre he tenido curiosidad por la mezcla de culturas del Tirol italiano, y aprovechando que aún no han caído grandes nevadas me voy a acercar por allí.

Notas:

- En el tren desde Varenna, el revisor localiza a un chico sin billete. Es un subsahariano. Hay un tira y afloja verbal entre los dos, y a la discusión se van uniendo poco a poco otros pasajeros, hasta que se convierte en un debate donde el revisor ejerce de moderador y hasta otorga los turnos de palabra. El chico sin billete no puede aportar ningún documento que le identifique ni tampoco puede pagar, de modo que es expulsado en la siguiente parada. Se deja conducir mansamente a la puerta, y no alcanzo a ver si alguien en la estación se hace cargo de él o no (en Francia sí que ví un caso similar en el que los guardias de seguridad, al bajar al andén, ya estaban avisados, y se llevaron al chico). El tren reanuda su marcha, pero ya el incidente es lo de menos, porque la conversación general va tomando distintas derivas, hasta que el coro de opinadores va decayendo y volvemos al silencio. 

- Muchos jóvenes aprovechan el trayecto en tren para hacer los deberes, y otros, oh maravilla, para leer. Antes de la era del smartphone era lo corriente. 

- Por las mañanas huele a jabón. En todos los lugares por los que he pasado  hasta ahora, los conserjes de las fincas y los encargados de los comercios enjabonan a conciencia la acera que tienen delante, como recuerdo que hace años era cotidiano en España. Ahora las máquinas municipales realizan esa tarea en muchas zonas.... pero no dejan tan buen aroma.  

- En Italia hay mucho respeto y mucho amor por la gastronomía. En estas ciudades pequeñas, o incluso en las de mediano tamaño, cuesta encontrar un supermercado convencional (casi siempre hay sólo uno y están en las afueras). En los mercados,  las pequeñas tiendas tradicionales, y en las tiendas de exquisiteces, sólo venden los ingredientes para cocinar los platos. Pero yo no sé cocinar, es una de las lamentables lagunas de mi educación. De modo que cuando encuentro un súper, entro allí como si fuera a reencontrarme con unos queridos amigos largamente añorados.... Solo que mis añorados amigos, en realidad, son las etiquetas donde puedo controlar los ingredientes y la información nutricional, básica para que mi colon no se irrite más de la cuenta...

- Abundando en el tema de la comida, transporto las sobras dentro de mi maleta desde un destino al siguiente. Las temperaturas bajo cero de estos días me garantizan un frigorífico rodante sin la menor sospecha de insalubridad.

- Otra cosa que llama poderosamente la atención en estas pequeñas localidades es.... que todo el mundo sonríe. Parece mentira, pero es difícil cruzarse con alguien que al pasar a tu altura no te mire a los ojos y te sonría. A veces busco a alguien que parezca estar apurado, o de mal humor, y lo termino encontrando, por supuesto, pero tengo que poner toda mi atención para hallar aquí esos resquicios del mundo del que provengo. Estoy segura de que, si permaneciera por estas tierras una larga temporada, me enfrentaría a la realidad de forma más objetiva y cruel, pero... qué sensación más deliciosa la de vivir breves capítulos de un cuento que termina bien. 

Anecdotario:

- Hasta Sirmione y Peschiera me desplazo en autobús de línea, porque los ferries de la zona han comenzado ya su temporada de descanso invernal. El primer autobús que cojo lo conduce una chica que es la simpatía personificada. Se interesa por cada persona extranjera que sube y nos ayuda con las dudas sobre el itinerario, charla cariñosamente con el resto de pasajeros, que son casi todos conocidos. No veía tanta humanidad en un conductor de autobús desde que en la Inglaterra de la era Thacher, una mañana un conductor paró el autobús donde yo iba porque se había subido un perro sin dueño. Estuvo llamando a su central para avisar de que el animal estaba perdido y que al finalizar el viaje iba a entregarlo en comisaría. Ningún pasajero se quejó por el retraso. 

- En el estudio donde me alojo, una claraboya justo encima del WC te permite contemplar las nubes mientras... ejem, ejem. Supera a un WC que tuve el honor de usar en mi apartamento alquilado de Florencia, hace muchos años. Se trataba de en un edificio del siglo XVII que conservaba restos de frescos por las paredes. Y justo encima del WC había una pequeña cúpula con frescos de putti, o angelotes bebé, que me inspiraban tiernamente durante... ejem, ejem. Los italianos entran en contacto con el arte en todas las situaciones de la vida, por escatológicas que sean.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Copenhague me pone el listón muy alto de cara al resto de capitales nórdicas. Me gusta muchísimo esta ciudad hermosa y dinámica, que combina...