Nápoles. La bella, la vitalista, la desafiante, la caótica, la agraviada, la resentida, la supersticiosa, la hiperbólica. Excesiva, barroca, tremendista en todas sus manifestaciones. La falda del Vesubio. La casa degli azzurri. Donde una deidad futbolera reina suprema en los corazones. Donde los ritos del pensamiento mágico gobiernan las mentes. Donde se barre y se friega mucho, pero sus calles están muy sucias. Donde las motocicletas invaden el espacio vital y los peatones les estorban, y se lo hacen saber. Donde la pobreza es endémica, las iglesias son esplendorosa, y los palacios son majestuosos pero algunos están echados a perder. Donde no existen las medias tintas, las emociones están siempre a flor de piel y son expresadas a viva voz.
A nadie puede dejar indiferente esta ciudad personalísima, o la amas o no puedes con ella. Yo me cuento entre los atrapados por su alegría, sus ganas de vivir, sus contradicciones y su innegable belleza. También me apenan sus condiciones de vida para los desfavorecidos, su falta de oportunidades, su empecinamiento en no progresar por aferrarse a antiguas mentalidades ya superadas. Y odio cómo las mafias del narcotráfico han empozoñado la vida cotidiana de quienes no tienen otra oportunidad para buscarse la vida. Pero la energía que fluye por sus calles es tan poderosa que engancha, contagia y eleva cualquier ánimo.
Nápoles, me has enamorado, warts and all (=con todos tus defectos). Me resulta muy liberador el poder ignorar las normas más elementales de urbanidad por aquello de que allí donde fueres, haz lo que vieres. También soy consciente de que me atrae este ambiente entre risueño y canalla porque no voy a quedarme a vivir aquí, sino que simplemente estoy de paso... establecerse aquí es para valientes o para resignados, me temo. Los extranjeros somos extraterrestres en este universo, y tarde o temprano nos volvemos a la nave nodriza. Pero lo que sí creo es que si se pasan aquí varios meses, de los paseos y las conversaciones surge sin gran esfuerzo una novela, porque Nápoles te regala tanto el marco incomparable como el argumento y los personajes. Sólo restaría poner atención para no hacer muchas faltas de ortografía....
He visitado distintos barrios: i Quartieri Spagnoli, la Chiaia, San Lorenzo, San Fernando, Scappanapoli, donde me alojo. He ido a Herculano, he visto la panorámica de la bahía y he admirado el atardecer desde lo alto del Castel Sant'Elmo, he paseado a la orilla del mar hasta el Castel dell' Ovo. He recorrido la Galeria Umberto I, las enormes plazas con fuentes monumentales. He visto lo que he podido del centro histórico, con sus iglesias, los vestíbulos de sus palacios dormidos en el tiempo, sus corralones oscuros, sus humildes tienditas, sus talleres artesanos como de épocas pasadas, los puestos de sus mercadillos desparramados sobre unas aceras llenas de socavones y basuras... y cada día termino agotada. Hoy vuelvo a tomarle el pulso acelerado a estas calles a ratos frenéticas, que son un torrente de humanidad variopinta, con tipos dignos de una novela entre costumbrista y surrealista. Unos tipos que se dirían puestos ahí por el ayuntamiento para que Nápoles esté a la altura de su leyenda y no defraude las expectativas de los turistas que, como yo estoy haciendo ahora, buscan el tópico. Por la noche intentaré recopilar estos días apasionantes con más detalle. A dopo.
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