Hoy tengo billetes de ida y vuelta para Sali, en la isla de Dugi Otok. Es un pueblecito pesquero de algo más de 700 habitantes, pero muy turístico porque en la misma isla están los Parques Naturales de Kornati y Telascica. Yo simplemente voy a pasar en los alrededores de Sali las cuatro horas de intervalo que me dejan los horarios de invierno del ferry regular desde Zadar.
De modo que me las apañaré para dar todos los paseos por aquellos acantilados a los que me de tiempo en ese rato. No lo puedo calificar de senderismo porque no estoy a la altura. Mi única aportación a la causa consiste en vestirme con un modelito de Nancy Naturaleza comprado en Decathlon, pero digamos que no vivo el personaje y por tanto no resulto muy convincente triscando montes. Mis pies están hechos al asfalto, qué le vamos a hacer. No me ha sido posible contratar excursiones a los parques porque requieren recorridos de jornada completa, y no he encontrado barcos privados que las organicen en invierno. De modo que en vez de ir en un grupo de senderistas, iré y volveré en el ferry con los habitantes de la isla que trabajan y hacen sus compras en Zadar.
El día se presenta muy soleado, y pasamos de los 3°C a primera hora a los 14°C del mediodía, una temperatura ideal para principios de este febrerillo loco que acaba de empezar.
Mañana salgo para Split, y pasado para Dubrovnik, que quiero explorar con calma. Ya tengo vuelo y hotel para Atenas desde el pequeño aeropuerto de Dubrovnik. Me obligan a hacer escala en Frankfurt, que es uno de los nudos aéreos de Europa. El trayecto dura un total de siete horas, es demencial y además muy contaminante, pero no me ha quedado otra opción. En Atenas pasaré cinco días antes de explorar el Peloponeso. Me atraen las ciudades caóticas, aunque luego me agoten. Pero todo eso será más adelante. De momento, carpe diem para hoy.
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