5.6.25

El valle del Loira, el Indre y el Cher es bellísimo, y los castillos que lo jalonan son de cuento. Pero esto de recorrer castillos todos los días es gratificante y agotador a partes iguales, sobre todo si te empeñas en leer todas las cartelas y te recorres el parque y el pueblo aledaño, como hago yo. También es muy cansado el esfuerzo mental que hay que hacer para retener en la memoria quién era quién, quién traicionó a quien y quién se alió con quién dentro de las familias, reales o casi, propietarias de semejantes casoplones. Todos los días regreso destrozada de mis excursiones. Es que mi etapa de princesita vestida de rosa finalizó hace muchos años, y he perdido el hábito desde entonces. 

Listado de castillos visitados: 

- Chenonceaux (junto con su aldea)

- Chambord (cerca del precioso pueblo de Blois, que tiene otro castillo llamado también de Chambord exprofeso para confundir a los turistas)

- Amboise (en el propio casco urbano)

- Azay-le-Rideau (también en el casco urbano) 

Pensaba ver más castillos mañana (Chinon y Langeais), en mi último día en Tours antes de seguir hacia el norte. Pero de pronto he recordado que Chartres está a sólo dos horas de tren y que debo ver su catedral, cueste lo que cueste y por encima de todas las cosas de este mundo, y si no lo hago lo lamentaré siempre. Primero porque es lo más del gótico, y segundo porque era la preferida de Marcel Proust. 

Proust era tirando a ateo y de madre judía, pero también admirador del arte en todas sus formas. Y cuando el gobierno francés se planteó retirar la subvención a las catedrales, él llegó a escribir un artículo en la prensa defendiendo la necesidad de que estuvieran bien mantenidas, no sólo como tesoros para la cultura, sino también para seguir sirviendo de lugar de encuentro de los creyentes. Pensaba que eran los únicos edificios antiguos que seguían sirviendo para lo que fueron creados en un principio. Y aunque estaba enfermo hacía lo posible para visitar Chartres a menudo, de donde provenía su familia y donde había pasado parte de su infancia, que con tanto detalle recreó en sus novelas. Yo sólo me he leído Un amor de Swam, pero algún día continuaré con la saga... 

A ratos perdidos iré completando mis impresiones. Pero mañana me espera un gran madrugón, porque para llegar a Chartres debo hacer un transbordo largo en Le Mans, y vuelta. Debo descansar, o al menos intentarlo, porque esta tarde han llegado inquilinos nuevos al edificio y están montando una fiesta con música chill-out, sólo que ellos no están ni chill ni out. Divino tesoro. 









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