Desayuno en la habitación de mi hotelito barato del centro de Avignon, escuchando la radio. (Cada tarde, antes de retirarme, hago la compra en un supermercado para irme procurando una "despensa"). Mis ventanas dan al Cours Jean Jaurès, una de las principales arterias del centro, alineada con unos enormes castaños de indias que han estando bailando y cantándole al viento toda la noche. Veo amanecer a jirones entre nubes, y a los estudiantes y oficinistas que se dirigen, sin prisa alguna, a sus quehaceres. Enfrente tengo varios edificios históricos. Mi hotel es uno de ellos, del siglo XVIII. Una pena de instalaciones (por eso era barato), pero al menos está limpio.
Esta tarde salgo para Arles. Las fuertes rachas de viento han cesado y ahora es más llevadero, y menos mal porque eran de lo más molesto, con la única ventaja de que la atmósfera estaba muy limpia y ayer pude ver una luna casi llena muy brillante, que me iba persiguiendo por las esquinas.
En Arles también hay un Anfiteatro romano (entre otras muchas reliquias imperiales). Y también sirve de coso para las corridas de toros, protegidas por ley en Francia como bien de interés cultural. Pues bien, hoy se vota en la Asamblea Nacional un decreto ley para limitar la edad en la que los menores asisten a su primera corrida, por tratarse de un espectáculo sangriento. Los ciudadanos de Arles están en contra, y en France Inter he podido oír una entrevista a un niño diciendo que, aunque su familia es vegetariana y le horrorizan los mataderos, a él le gustan mucho los toros, porque es una tradición local de la que sus padres y abuelos están muy orgullosos. Ahí queda eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.