Por la mañana, una coral de ruidos me habría despertado, si mi insomnio no lo hubiese hecho ya. Suenan el campanario, los balidos de las cabras (ovejas?) y el canto de las gaviotas (que no sé como se llama). Los castaños (o lo que sean) y las viñas no pueden lucir bajo los primeros rayos de sol, porque hemos amanecido con nubes cargadas de lluvia.
Pero me fío de la gente del pueblo para la previsión meteorológica: una señora, en una azotea cercana, empieza a colgar la colada. Y me llega el olor a leña que desprenden las chimeneas cercanas. Por tanto, el día se presenta frío pero sin precipitaciones abundantes. Cargo con el paraguas de todos modos, porque Google no está de acuerdo con estos lugareños. Me propongo aprovechar bien el día recorriendo en tren todos estos pueblos tan pintorescos.... pero aquí estoy, sentada en la terraza, sin poder apartarme de esta vista.
Notas:
- La estación de Riomaggiore está excavada en la roca y colgada sobre el mar. Nunca me ha importado menos que el tren llegue con retraso. El rumor de las olas estrellándose al pie del acantilado le hace la competencia a la megafonía. Unos escalones imposibles bajan vertiginosamente hasta el agua. Escher debió inspirarse en Cinque Terre para dibujar sus escaleras imposibles.
- Me salto Corniglia porque no está al nivel del mar, sino monte arriba. Y temo resbalar cuando empiece a llover.
- En Vernazza gozan del privilegio de tener una playa diminuta y un puertito al abrigo de un espolón, donde pueden atracar pequeñas lanchas motoras. Allí hay dos señores muy ocupados en lanzarles migas (o lo que sean) a los peces, la más grande, atada a un hilo para pescar (o comonse llame). Visito la iglesia de Santa Margherita, la más grande y antigua de los alrededores, plantada sobre la piedra negra. Me doy cuenta de que muchos edificios no tienen cimientos, sino que las enormes rocas les sirven de asentamiento, seguramente para toda la eternidad.
Es día de mercadillo en Vernazza, y la calle principal está moderadamente animada. Saludo a todo el que me cruzo en solitario, pero algunos no me devuelven el buongiorno. Imagino que los lugareños se toman la temporada baja como una pausa en la invasión de turistas, y los pocos curiosos que asomamos por aquí les privamos de la posibilidad que les brindan el frío y la mala mar de devolverles su pueblo tal como era antes, para gozarlo ellos solos a su aire.
- Monterosso es de entre los cinco pueblos el menos pintoresco, al contar con una bahía bastante amplia, lo que le da espacio suficiente para contar con un paseo marítimo, un chiringuito sobre la arena, un puertito de actividades acuáticas y unos cuantos hoteles de más y unas casas antiguas de pescadores de menos.
En el paseo hay varias cartelas con largos versos de de Eugenio Montale, al parecer enamorado de esta localidad. Yo nunca he tenido demasiada sensibilidad para la poesía, debo confesar. Pero sí me parece una idea muy poética la escultura del gigante que, a horcajadas entre las rocas, desafía al mar. Antes la escultura sostenía sobre sus hombros una enorme concha marina, pero las olas son implacables y parecen que se la han arrebatado. El mar siempre reclama lo que es suyo.
- Levanto me recuerda a Valldemosa, no sé por qué. Es la localidad más grande de Cinque Terre y tiene un precioso casco antiguo, en terreno llano, así que todo el mundo hace sus compras en bicicleta. Boris Johnson tiene un hermano gemelo en Monterosso, que hasta se conduce y camina igual que él. Cuando me aproximo al mar, empieza a llover con ganas.
Estas tonterías las escribo para pasar el rato mientras escampa, refugiada bajo los soportales del ayuntamiento y junto al busto de Cavour, otro padre del Risorggimento, que hay en la plaza. A la señora de Riomaggiore se le estarán empapando las sábanas que colgó a secar esta mañana. Weather Channel 1 - Lugareños 0
Entre los bancos de niebla que bajan por las laderas, distingo preciosas villas señoriales. Pero llueve con mala educación y sin miramientos, y me veo obligada a coger el tren de vuelta para retirarme a mis cuarteles de invierno. Peccato che piova così!
De vuelta en la habitación, fantaseo con la idea de cómo sería mi vida si yo hubiese nacido aquí, esta fuera mi casa y yo viviera en este precioso pueblo. Me temo que estaría siempre maquinando algo para escapar por unas horas o unos días, hasta la huida definitiva.
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