27.12.24

En el Bed&Breakfast de Villa San Giovanni., tras el susodicho breakfast. Estoy haciendo tiempo antes de ir al puerto a hacer cola para obtener plaza en el ferry (mi pasaje es un billete abierto), esperando que las temperaturas templen un poco y haya buena luz para disfrutar del corto trayecto (sólo 8 kilómetros, que según leo son 4,5 millas náuticas). Tan estrechito resulta este estrecho de Messina, que tenemos la enorme mole de Sicilia encima, y su presencia ensombrece esta pequeña localidad, que la mayoría consideramos simplemente un lugar de paso. 

Ayer, tras instalarme en el alojamiento, intenté buscar algún supermercado o un sitio para cenar donde no se sirviera pasta. Mi estómago clamaba por algo ligero, como una ensalada o verduritas a la plancha, but alas, es dificilísimo encontrar algún establecimiento abierto cuando se celebra el día de San Stefano en famiglia y no hay un alma por las calles. Huyendo de los dulces, en uno de los pocos bares abiertos compré unos bocadillos, del tipo que en España llamamos pulgas. Siento decir que la comida italiana es muy apetecible y sabrosa, pero la oferta no es precisamente variada. He buscado restaurantes vegetarianos, pero están muy bien escondidos porque no los he hallado. Hace pocos días, en una famosa pastelería tradicional de Nápoles, ví que anunciaban un menú vegano y aunque no pertenezco al colectivo, me emocionó la posibilidad de omitir la pasta y derivados, por una vez.... pero debía de ser una mentira piadosa, porque la carta supuestamente vegana estaba en blanco. 

En el salón del desayuno del B&B he mantenido una agradable charla con la encargada de este establecimiento. Se trata de un edificio muy bonito de principios del siglo XX, con algunos muebles antiguos, una escalinata preciosa, forjados tipo liberty y los suelos de baldosas hidráulicas formando cenefas, todo muy típico de una época donde imperaba el buen gusto. Le pregunto si esta era una casa familiar de algún personaje del pueblo. Me responde que siempre fue un albergue, pero que la familia que lo regentaba vivía en un edificio gemelo a este, en la acera de enfrente. Me entristece oirla, porque aquella otra casa familiar está en ruinas, de hecho parece haberse convertido en un vertedero de basuras. Expreso el deseo de que algún día la reconstruyan y luzca tan bonita como esta y, de este modo se podría duplicar el negocio hostelero. Pero la encargada se espanta ante tal posibilidad: Doble trabajo! No, por favor, que ya tengo bastante con este. Le pregunto si va a coger algún día de vacaciones, y suspira porque dice no tener nunca descanso. No me extraña. En una ciudad donde los trenes y los ferries son como una cadena de producción de pasajeros que cruzan y recruzan el estrecho continuamente, no hay reposo posible. 

También me informa esta chica de que la retransmisión televisiva de la Rai, en su prohramación de Nochevieja, incluye un concierto de Cappo d'Anno desde el cercano Reggio Calabria. Mira por donde me lo voy a perder.

Llegó la hora de ir al puerto. Mi próximo escrito será ya desde tierras sicilianas. La mar está en calma y no hace frío, de modo que espero una travesía muy tranquila. 

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