Encuentro Bolonia inabarcable. Es la ciudad de las plazuelas inesperadas, de las revueltas oscuras, de los rincones secretos, de las calles que se van torciendo según avanzas por ellas. Sus 50 kilómetros de soportales y su veintena de torres medievales me resultan abrumadores. Sin duda todavía estoy convaleciente, y me supone un esfuerzo tomarle la medida a un casco histórico que escapa mi alcance en todas direcciones.
El color predominante en las fachadas es el terracota oscuro, tirando a rojizo. La Rossa, la llaman, y no sólo por eso, sino porque ha sido, y continúa siendo, un bastión de la izquierda italiana, desde la posguerra para acá. También la apodan La Grassa, debido a su valiosa tradición gastronómica. Y más significativo es el apelativo de La Dotta, que le viene desde que fundó su universidad, la más antigua del mundo, en el siglo XI. Aquí se respira cultura por todos los rincones. Me da mucha envidia. Añadiré que sana.
El por qué esta ciudad tan importante en todos los sentidos no la tenía yo hasta ahora en mi campo de mira, se me escapa por completo. Había oído hablar de su universidad y de dos sus torres más altas, poco más. Pero la lista interminable de cosas que yo ignoraba sobre Bolonia la voy a reducir al máximo.
1. No sabía que había formado parte de los Estados Pontificios (como para olvidarlo: hay un Gregorio XIII de gran tamaño sobre la fachada del palacio Accursio, actual ayuntamiento).
2. Tampoco sabía que aquí fue coronado Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, por otro papa, de número VII y de nombre Clemente).
3. Santo Domingo de Guzmán murió y fue enterrado en Bolonia.
Y aquí terminan los fascinantes hechos históricos que cualquiera puede consultar y ampliar por su cuenta, si es que está interesado en ello. A continuación, mis sensaciones y experiencias boloñesas. Tristemente, la famosa salsa no se incluye entre ellas porque aún me da algo de asco la comida. De todos modos, mi paladar no entiende de sutilezas y a lo mejor no hubiera sido capaz de distinguir la auténtica de los sucedáneos que venden envasados por ahí.
Sin ningún orden en particular, ahí van mis
Notas:
- En la Piazza Maggiore, cuyas dimensiones ya en sí son toda una cura de humildad, distingo, aparte de los enormes palacios del poder civil medieval, una fuente renacentista. El gigante con tridente es Neptuno, y en la parte inferior le acompañan toda una cohorte de sirenas o ninfas o pescados feminizados. Hasta ahí, historia del arte. Pero es que estas sirenas son muy erótico-festivas, y no sé si eso entraba en las intenciones del papa de turno, que las encargó a mayor gloria propia. Quién sabe si tendría unas palabras luego con el escultor, o si secretamente se asomaba a la ventana para disfrutar de las vistas.... El caso es que en esta fuente el amigo Neptuno está muy bien dotado por la madre naturaleza, y sus sirenas no sólo parecen más que dispuestas a ser, digamos, estimuladas en los goces de la carne, sino que de hecho ellas mismas se sujetan con ambas manos unos pechos bien enhiestos, y de sus pezones salen unos potentes chorros (3 de cada pezón 3). Dice la leyenda que las señoras boloñesas experimentaban ciertas calenturas al pasear alrededor de la fuente, y que al pobre Neptuno tuvieron que cubrirle con unos pantalones... A ver, por un lado le das ideas a la gente y por otro les reprochas que tengan imaginación. La censura siempre aguando la fiesta, y nunca mejor dicho.
- Esta es la ciudad universitaria por excelencia. Riadas de jóvenes desembocan en los soportales, fluyendo de cada centro de estudio, regando Bolonia con su dinamismo y sus ganas de vivir. Qué simpáticas son las ciudades universitarias. Y qué ruidosas resultan tanta simpatía y tantas ganas de vivir por las noches. Divino tesoro.
- Abundan los graffitis. Todas las fachadas y muchas columnas están cubiertas de estos textos que a veces son máximas, a veces poemas, y en los casos en los que el autor no ha estado muy inspirado, de mensaje se quedan en recado. Again, divino tesoro.
- Hay muchos jóvenes cantautores bajo las galerías boloñesas, lanzando sus pensamientos a quien les quiera escuchar. Algunos vagabundos a veces también tienen aquí un deje como de prosa poética, y van filosofando en voz alta por la calle.
- Bolonia fue un Manhattan medieval, con cientos de torres erigidas en aras de la defensa militar y también siguiendo el principio universal del "yo no voy a ser menos que tú". Las torres que han sobrevivido son una veintena, y de esas, dos son las que destacan en altura. Sus nombres, Asinelli y Garisenda, parecen salidos de una de las Novelas Ejemplares de Cervantes, pero corresponden a los apellidos de las nombres familias que las construyeron. Pues bien, las dos están inclinadas. Mucho. Y las dos me dieron un tremendo susto, porque cuando las vi pensé, durante un largo momento, que me estaba mareando y que me iba a poner mala otra vez. Y por lo visto no fui la única, porque luego observé a una pareja pararse en seco, consultar rápidamente en internet con su móvil, para finalmente seguir hasta pasar junto a la base de la torres, imagino que con alivio. Si llevan inclinándose desde el siglo XIV, no vamos a tener la mala suerte de que decidan derrumbarse hoy precisamente!
- La Basílica principal, de San Petronio.... supongo que es lo que los ingleses llaman un gusto adquirido. Que yo no he adquirido, porque no me gusta. Me ha parecido uno de esos muestrarios en los que te puedes hacer una idea de lo que el fabricante es capaz de ofrecer, pero que están tan diversificados que al final no sabes qué retal escoger, porque al conjunto le falta, no sé, coherencia.
- Curioseo en el famoso mercado del Quadilatero, unas cuantas calles alrededor del Mercato di Mezzo. Los boloñeses han comprado aquí desde tiempos medievales, y tanto las tiendas como el género que ofrecen son un grandioso espectáculo digno de admirarse. Preferiblemente si la visión de la comida y su olor no te provocan rechazo.
- Algunos edificios de Bolonia datan del siglo XII y XIII. Cuentan con un pórtico alzado sobre altísimos pilares con traviesas de madera, ya negra de puro envejecida. Con los siglos, fueron incorporados a palazzos según el gusto de cada momento. Uno de ellos en concreto es un hotel en la actualidad. Impresionante.
- Por todos lados hay pasquines anunciando actos culturales de todo tipo y para todos los gustos cubriendo los muros. Ya solamente la temporada de ópera para el 2025 es extraordinaria, con unos exquisitos carteles anunciadores inspirados en los años treinta de hace un siglo, a medio camino entre el arte déco y el expresionismo alemán. Y la programación de la cineteca también es estupenda, dedicada a Vittorio de Sica, uno de los hombres más encantadores que reinan en mi Olimpo particular. Sé que en la Piazza Maggiore se organiza un cine de verano, que denominan "bajo las estrellas". Debe de ser una experiencia inolvidable ver una película en semejante espacio, aunque creo que a mí se me irían los ojos por detrás de la pantalla para admirar los palacios.
- Entro en el Archiginnasio, sede de la universidad, que hoy en día no termino de comprender si es el rectorado, o solamente la biblioteca, pero que en su tiempo fue donde se estudiaba, o sea, el alma máter, el cogollito. Ya solamente las galerías del patio contienen tantos homenajes en mármol y pedernal a ilustres rectores, que me siento un poco agobiada, porque a lo largo de los siglos casi les ha faltado espacio para que les quepan todos. Sospecho que esta clase de empacho estético no se produce más que en las culturas meridionales. En los países nórdicos haré una saludable y estricta dieta en estas lides. Hay días en que me apetece mucho, la verdad.
Anecdotario:
- Paseando por la Piazza Maggiore, oigo sirenas que se acercan. Dos camiones de bomberos y dos coches de carabinieri se paran junto a la puerta del ayuntamiento. Se bajan dos bomberos y entran en el recinto, pausadamente. Los que por allí pasamos nos detenemos, un poco sobrecogidos. Pero nadie más se apea de los vehículos, hasta que los dos bomberos vuelven, y toda la comitiva de fuerzas del orden y servicios de emergencia abandona la plaza con gran estruendo. Parece que han entrado a preguntar algo. Prosigo con mi ruta por el centro de Bolonia y durante largo, larguísimo rato sigo oyendo las sirenas, a veces cerca, otras algo más lejos. Y de vez en cuando alcanzo a ver los camiones de los vigili del fuoco, doblando una esquina, o cruzando a lo lejos. La impresión que me llevo es que no terminan de encontrar el incendio, la inundación o lo que sea...
- Una estudiante, a las puertas de una facultad, me ofrece un panfleto. Es una circular ilustrada con la hoz y el martillo flotando sobre un mapamundi. En ella, me informan de que acaba de nacer el Partito Comunista Revoluzionario, que desde ahora velará por mis intereses como minoría oprimida de la clase trabajadora, y según dicen me esperan en la asamblea de presentación porque saben que quiero luchar contra las injusticias del sistema capitalista. El tigre de papel de toda la vida. Me deja preocupada el hecho de que este partido sea un bebé de menos de un mes, según su fecha de fundación (23 de noviembre) y en cambio le hayan puesto este nombre tan manido, con este eslogan que suena tan viejuno. Esta juventud europea de nuestros años veinte, a veces, parecen los abuelos de sus abuelos de los años sesenta del siglo pasado. Mi corazoncito late por una izquierda que en realidad nunca existió, de modo que esta es sólo mi descorazonada opinión.
- Me cuelo, como es mi costumbre, en todos los portales que llaman mi atención. Y uno de ellos resulta ser la entrada secreta (en realidad, anunciada por una pequeña placa que pasa desapercibida) a la capilla de Santa Cecilia. Está desacralizada, como tantas iglesias, por obra y gracia de Napoleón. Pero sus maravillosos frescos siguen intactos (después de que los devolvieran los franceses, que se los habían llevado como botín) y se muestran al público. En ellos se narra con todo detalle la historia de esta santa, y a mí no me ha quedado casi nada por saber de su vida y milagros, porque una chica voluntaria que allí estaba me lo ha explicado por extenso, en voz baja, mientras un señor afinaba a conciencia un piano de cola, porque la capilla sirve en la actualidad como sala de conciertos. Mantengo una agradable charla con esta chica (iba a llamarla señora, pero luego he recordado que debe de ser de mi edad). Me habla con orgullo mesurado de Bolonia, y le replico que yo siento verdadera envidia del nivel cultural que percibo por aquí. Sobre todo, de las librerías, tan abundantes y tan bien surtidas.
Aprovecho y le pregunto sobre lo que parece ser una tradición que he ido observado toda la tarde: muchos estudiantes, chicos y chicas, llevan bellas guirnaldas con hojas de laurel y flores verdes en la cabeza. A veces, lo acompañan con detalles del mismo tono en su indumentaria: una corbata, una chaqueta verdes. A la puerta de la facultad les esperan familiares y otros estudiantes que les entregan ramos de flores tipo bouquet. Esta chica de la capilla me confirma que lo que celebran es la graduación del estudiante, y que el laurel no sólo simbolizaba la victoria para los romanos, sino también la erudición.
La verdad es que entre muchos de estos jóvenes italianos aún se encuentran rostros que parecen salidos de una pintura de Botticelli, con sus ojos almendrados y sus rizos renacentistas. Si les añadimos la corona de laurel, entonces el efecto es multisensorial, como si los soportales de columnas de Bolonia se convirtieran en un túnel del tiempo, y caminado hasta el final de la galería nos fuéramos a encontrar en pleno quattrocento.
- Abandono Bolonia por la puerta grande, literalmente. Mi maleta y yo atravesamos la Porta Galliera y su puente levadizo sobre el foso como si fuéramos castellanas renacentistas de toda la vida.
- En la estación, me entero de que mi tren a Perugia sufre un retraso de 45 minutos. En estos días pasados he comprobado que las líneas regionales suelen cumplir sus horarios, mientras que la alta velocidad siempre sufre incidencias de algún tipo. Pero lo de hoy lo supera todo: la circulación en la línea Verona-Milán está suspendida porque deben retirar unos restos de la Segunda Guerra Mundial. De modo que hace pocos días yo circulé peligrosamente, sin saberlo, por encima de la historia... Talk about Walk on the wild side!
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