Un día en blanco. Algo me sentó mal y pasé la típica noche toledana (La Mancha en medio del Véneto). Pero ya estoy como nueva después de que el farmacéutico más guapo y simpático de toda Verona me vendiera un par de potingues milagrosos. El chico había estudiado parte de su carrera en Madrid y se ponía tierno recordando su juventud de estudiante, así que me beneficié de un trato especial sólo por estar empadronada allí.
Ayer llegué a Bolonia, ya en la Emilia-Romaña, tras una hora y media de viaje en tren que me pasé durmiendo, y hoy ya estoy totalmente recuperada, de modo que me dispongo a explorar uno de los cascos antiguos más grandes de Europa, tras Génova y Venecia. He tenido la gran fortuna de visitar los otros dos, y me faltaba este.... a por ello.
Pasaré en Bolonia tres días en total, para esquivar una huelga de 48 horas de los ferrocarriles italianos, que comienza hoy. Hay autobuses de sustitución, pero ya en Francia tuve esa experiencia y pude comprobar que a veces simplemente no se presentan. En la última huelga general italiana, de hace pocos días, hubo duros enfrentamientos callejeros en Turín con la policía. Esta será más tranquila en comparación, porque la protesta afecta a un sólo sector. De lo sciopero nunca me he librado estando en territorio italiano, y continúo la tradición.
Bologna, here I come!
Notas:
- Tuve suerte y mi malestar comenzó durante mi última noche en Verona, de modo que me dio tiempo a visitar la ciudad tranquilamente en los dos días que tenía previstos pasar allí. Algunas de mis impresiones las anoto a continuación.
- El balcón de Julieta está tan solicitado que no es posible asomarse sin reserva previa, así que fue lo primero que hice. El verdadero interés de la visita consiste en poder curiosear por dentro uno de tantos palazzos medievales como han llegado más o menos remozados hasta nuestros días. Y también en observar como todo tipo de personas adultas, nada más entrar en el patio o cortile, se apresuran a tocarle a Julieta la teta derecha (y por qué no la izquierda?), costumbre que por lo visto obligó a retirar la estatua original ante el desmesurado desgaste. A mí me ha enternecido mucho más la costumbre de escribirle una carta, que se deposita en un buzón habilitado en el interior. Confieso que, con la punta de los dedos, saqué una de las cartas para leerla (soy muy cotilla, y no había nadie mirando.... no tengo perdón, lo sé). Leí que una chica le pedía a Julieta que les diera a ella y a su novio un bebé sano y bueno que bendijera su amor. Santa Julieta de Verona, ora pro nobis.
- La contigua Piazza delle Erbe y sus alrededores son una acumulación apabullante de palazzos o edificios del poder civil y religioso, donde la altísima Torre dei Lamberti rivaliza con todo el armatoste funerario de la familia Scagliero, uno de cuyos miembros forró toda Verona con los pavimentos y los muros de mármol que sigue luciendo hoy. Y otro Scagliero fue quien acogió al mismísimo Dante, que había tenido que huir de su Florencia natal, le dio asilo y le pensionó para que pudiera dedicarse a escribir, en dialecto toscano, lo que con el tiempo dio lugar a esa hermosísima, dulcísima lengua que es el idioma italiano.
Estas familias aristocráticas, y muchas otras, mantenían el consabido pulso para hacerse notar por encima de sus rivales en todos los campos, no sólo los de batalla sino también los de todas las artes, lo que proporciona un patrimonio increíble a las ciudades italianas, y Verona es prueba de ello.
- Es imposible consignar aquí tantos lugares de interés como atesora esta ciudad. Empezando por los numerosos restos romanos en muy buen estado de conservación (por mala suerte, la puerta Borsari estaba tapada por obras de restauración, pero pude admirar la de los Leones). Siguiendo con el Duomo y todas las basílicas, iglesias y ermitas habidas y por haber, muchas fachadas de mármol o ladrillo, algunas con frescos exteriores, como anticipo de las maravillas que contienen en el interior.
Sus torres son muy distintas entre sí, lo que resulta una gran ayuda para que el turista pueda identificarlas, francamente. Llega un momento en que se roza la sobredosis de templos históricos del patrimonio cultural, y yo estoy alcanzando ese punto... Aunque reconozco que me resultan lugares muy apropiados para poder sentarme a recargar mis fuerzas. En Italia no abundan los bancos en las calles, y los centros comerciales brillan por su ausencia en los cascos históricos (menos mal). Quedan las terrazas, pero en pleno diciembre hace mucho frío. Y los interiores de las trattorias etc no son muy amplios. Las iglesias, en cambio, están abiertas todo el día, sobran bancos y dentro te resguardas del frío, con el añadido de que ya de paso te culturizas. Eso sí, durante la preghiera se debe evitar entrar, aparte de por razones obvias (no molestar a los fieles durante la misa), por otras razones de índole práctico. En Italia, no sé por qué, se pasan casi toda la misa de pie. Tantos bancos y tantas sillas como despliegan por esas enormes naves, y no las usan más que un momento. Y claro, si finjo que he entrado a orar y soy la única persona que se queda sentada... pues no es verosímil. Soy una de esas actrices aficionadas que se empeña en creerse el personaje. En fin.
- Poder contemplar Verona desde lo alto es todo un privilegio. Se sube al Castel San Pietro con un funicular, y la vista es impagable. El Ádige abraza la ciudad, y desde arriba se pueden contar los puentes de todas las épocas que lo cruzan. El más impactante sin duda es el Ponte Pietra, construido por los romanos, aunque fue remodelado en la Edad Media.
En este puente, que tiene un desnivel considerable, ví a una chica joven en silla de ruedas que ascendía la pendiente al revés, es decir, colocándose de espaldas. Estuve tentada de ofrecerle mi ayuda, pero era bastante joven aún, y sé por experiencia que a veces las personas discapacitadas prefieren que les dejen intentar salvar los obstáculos por sus propios medios. Una vez alcanzado penosamente el punto más alto del puente, la chica se aupó desde su silla, acodándose en el muro, para hacer fotos con su móvil. Me quedé por allí cerca por si la silla no estaba bien frenada y no podía volver a sentarse, pero esta chica dominaba perfectamente el mecanismo y sabía medir muy bien sus fuerzas, supongo que porque desgraciadamente llevaba mucho tiempo sin poder andar. Volví a coincidir con ella en el funicular, y más tarde arriba en el mirador, donde, tras atusarse la melena, volvió a auparse para hacerse, como cualquier joven de su edad, los obligados selfies con Verona de fondo. Le ofrecí tentativamente hacerle una foto para ampliar el ángulo de visión, pero lo rechazó con una sonrisa. Entendido.
- No menos notable que todo lo anterior me ha parecido la fortaleza de Castelvecchio, con su foso, sus torres y su puente fortificado. Es impresionante el poder que llegaron a acumular estos señores de la guerra medievales (de nuevo los Scaglieri). Aún hoy en día este complejo militar da respeto, por lo menos a mí, que soy muy aprensiva.
- Y he dejado para el final la arena o anfiteatro de Verona, que sigue ejerciendo su función pública, pero como auditorio de ópera. Es que ya llevo unos cuantos anfiteatros romanos y este es el más, digamos, descascarillado de todos (lo que probablemente indica que no está remozado). No debería ser así, pero mis niveles de asombro y maravilla a veces no se regeneran a demanda.
Notas:
- Alrededor de la arena de Verona hay una feria navideña, donde se venden artículos tan poco relacionados con el espíritu navideño, como por ejemplo las fajas térmicas para el lumbago. Que por supuesto que te puede doler la espalda en Navidad... pero es que vengo del Tirol, y allí los mercatini natalizi son muy cuquis, y no se ocupan de las afecciones lumbares del vulgo. Aquí en cambio predomina el olor a fritanga. Un olor, por cierto, que me resulta muy familiar... Anda, si es que hay puestos de churros y todo. Un momento... perdona? Pero a esto le llaman churros!??
- En muchas tiendas del casco antiguo de Verona, el local comercial en sí resulta ser un palazzo del trecento, quattrocento o cinquecento, con sus bóvedas, sus nervaturas y sus frescos. Pero a todos los supera la tienda de Benetton en la Vía Mazzini. Entras a comprarle un jersey de colorines al niño, bajas al subsuelo de ropa infantil, y te das de bruces con una casa o domus romana, con mosaico incluido. Parece que la marca se encontró el tesoro cuando adquirió el palazzo y empezó con las obras de reestructuración. Bingo.
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