28.1.25

A pesar de que hay muchas obras en marcha por todo Zagreb y muchos monumentos están cerrados por ese motivo (el terremoto está aún reciente y la reconstrucción va muy lenta), disfruto mucho de mis callejeos por esta ciudad tan peculiar. Intentaré dar alguna pincelada en estas 

Notas:

- La ciudad alta de Zagreb, o Gornji Grad, es una preciosidad. Se extiende sobre unos cerros que son las estribaciones del monte Medvednica. El río Sava no discurre por el centro de la ciudad, así que en esta ocasión no lo he visto. De esta zona medieval me gusta todo, aunque buena parte no está en reconstrucción.

La catedral luce sus dos torres cubiertas, como dos brazos escayolados. El funicular está cerrado por obras. Toda la zona de la iglesia de San Marcos también está vallada y en reconstrucción, aunque se puede admirar su impresionante tejado de cerámica con los dos escudos de Zagreb y de Croacia. 

- Por el Arco de Piedra, resto de la muralla, he pasado varias veces y siempre he visto fieles que se detienen a orar frente al altarcito de la virgen que hay en su interior, incluso hincando la rodilla en tierra a pesar de tener unos bancos para sentarse. Luego encienden velas, y hay tantas que tiene que venir una señora a recoger toda la cera derretida, con ayuda de una pequeña pala.

- Justo bajando por la cuesta desde el arco, se llega en poco tiempo a la impronunciable calle Tkalciceva, que actualmente está repleta de terrazas de restaurantes para turistas. Pero en sus buenos tiempos era la calle de los burdeles, y leo que la actividad no sólo era legal sino que estaba regulada por el ayuntamiento, y las trabajadoras del sexo eran examinadas a menudo por un médico. No sé si tenían algún derecho las pobres. Pero sí he leído que la única condición que se les ponía a los dueños de los lupanares era que no se anunciaran visiblemente en la fachada, por lo que recurrían a poner un farol de un color llamativo encima de la puerta para señalarse. Qué hipocresía.

- En esa misma calle, porque vivía cerca, hay una estatua de la escritora Marija Zagorka, que fue la Pardo Bazán de los croatas, la primera periodista femenina del país y una defensora de los derechos de la mujer. La verdad es que se parece un poco a Doña Emilia: ninguna de las dos era una sílfide y las dos lucharon como leonas para que los señores literatos les reconocieran sus méritos, sin conseguirlo del todo. 

- Y cerca de aquí hay un funicular, el más corto del mundo, que sube hasta la zona más alta y el paseo panorámico llamado Zagreb Stross o Promenade Strossmayer. Al no estar ooerativonel funicular, subo las escaleras de madera y, una vez arriba, Miss Google y yo no los entendemos, por lo que me despisto y bajo una cuesta empinadísima que no es demasiado panorámica. Una vez abajo me doy cuenta del error, pero me da una pereza tremenda volver a subir la cuesta para llegar al dichoso Stross. Veo un túnel peatonal con pinta soviética, y me meto dentro para atravesar el montículo y volver al punto de partida, pero evitando la subida.  

Se llama túnel Gric, forma parte de una ramificación de túneles y su historia es muy curiosa: fue un refugio antiaéreo en la Segunda Guerra Mundial, y mucho más tarde en la Guerra de los Balcanes. Pero también sirvió para albergar la primera fiesta rave con DJs de música electrónica en Zagreb, lo que me parece un modo estupendo que quitarle dramatismo a un lugar tan cargado de malos recuerdos.  Quizá como homenaje a esa ocasión festiva, lo atraviesas escuchando música por una megafonía instalada en el techo. Los ciudadanos de Zagreb lo usan para cortar camino, pero también se ha convertido en una atracción turística más. 

- La ciudad baja, o Donji Grad, construida en una llanada en el XIX con edificios de cuando el Imperio Austrohúngaro, está planificada a lo grande en cuadrícula, con anchas avenidas dispuestas alrededor de varias plazas enormes, algunas con forma de U invertida, y por eso al proyecto le llamaron "la herradura verde". Está jalonada de edificios corporativos, o públicos como teatros, universidades, archivos y museos. Y también de palacios particulares que hoy día tienen otros usos, están en obras... o algunos están vacíos, porque su aspecto es tan ruinoso que hasta los okupas los rehúyen.

 Son edificios magníficos que nos hablan de un pasado esplendoroso. Muchos son de un gusto exquisito, peo otros... a mí, que soy mala persona, me parece que en vez de hablarnos nos gritan: no les caben más pirindolos con tanto postureo imperial. Y desgraciadamente muchos de esos pirindolos se desprendieron de las fachadas a causa del terremoto, dejando al descubierto sus miserias, producto de un mal mantenimiento, o directamente de una negligencia demasiado prolongada. Porque mire usted, al terremoto no se le puede responsabilizar de que las fachadas estén abombadas y negras como el carbón, y que los vestíbulos estén llenos de mugre, y que los jardincillos estén echados a perder. Qué lástima. 

- Es tan grande el interior de las manzanas de toda esta zona, que en ese espacio resguardado cabe de todo, incluidas otras casas. En las zonas más antiguas de Zagreb también hay edificaciones en los interiores de los patios, pero son de tamaño más reducido, y contienen viviendas, negocios, comercios y talleres. Todo un mundo interior rico y variado. Y descuidado también, lo que disfraza la desidia de bohemia.

Mi alojamiento es un buen ejemplo de mundo interior: está en la ciudad baja, a veinte minutos de la estación, en el interior de una manzana donde aparte de mi casita, cabe otro edificio histórico de buen tamaño, reconstruido con fondos europeos. Se accede a este patio a través de un portón y una salida de vehículos, tan sucios como las fachadas de todos los estupendos edificios exteriores, también antiguos (uno de ellos tiene una balconada de piedra medio derruida, pero está habitado). Mi apartamento está en la planta baja, y si vuelvo con la oscurecida, tengo que alumbrarme con la linterna del móvil para orientarme en la travesía por la noche oscura del alma. 

- Me he acercado hoy al parque de Marksimir, el primer parque público de Zagreb allá por el XVIII. Maravillosos árboles, monumentos patrióticos y varios pequeños lagos. Las rachas de viento movían las hojas secas, que corrían a mi encuentro para saludarme. Lo rodean barrios donde la gente sí que va bien vestida, y hay muchos antiguos chalets, la mayoría muy descuidados, pero que en su día fueron muy hermosos. Qué lástima. 

- Zagreb tiene muchísimos museos, y todos se anuncian triunfalmente en las señales indicadoras callejeras, con toda una ristra de carteles que llegan hasta el suelo. (Yo veo en esto una necesidad adolescente de autoafirmación, porque si cada capital europea anunciara así todos y cada uno de sus museos, los carteles nos taparían la vista de un parque entero). La mayor parte de museos se toman, como el propio Zagreb, muy en serio a sí mismos. Pero hay tres de ellos que aportan una refrescante nota de humor: Está el Museo de la Corbata, que se llama así porque proviene del modo en que los croatas se anudaban el pañuelo al cuello en los tiempos de MariCastaña (sito con toda coherencia en una tienda de corbatas). El Museo de las Resacas (sito en una taberna, of course). Y el Museo de las Relaciones Rotas.

Este último tiene miga: se exhiben cientos de objetos que son recuerdos de relaciones sentimentales que han terminado. Sus dueños los donan para engrosar la colección y para deshacerse de los recuerdos que guardaron del ser amado, una vez pasado el duelo de la ruptura. No sorprende que el museo lo haya fundado una ex-pareja, y tampoco que no consiguieran subvención estatal, por lo que es privado. No he llegado a entrar, pero ojeé el catálogo... Uno de los objetos que se exhiben es un hacha. Este instrumento tan desprovisto de romanticismo ha sido donado por una mujer alemana, y fue utilizado por ella para descuartizar, digo trocear, los muebles de su ex cuando esta se fue con otra. Cada día se liaba a hachazos con un mueble, y parece que este ejercicio tan aeróbico le resultaba de lo más terapéutico. Cuando la ex acudió al domicilio que habían compartido a recoger sus muebles, se los encontró hechos tablas concienzudamente atadas con cordeles . Me hubiera encantado ver su cara cuando escuchaba: Mira, en ese hatillo tienes tu butaca, y en ese otro está tu mesita auxiliar...

- Estos días he visto muchos jóvenes bromeando y riendo al salir de clase. Los niños pequeños también. Pero los ciudadanos más adultos caminan muy serios, esquivando el contacto visual. Lo que no impide que se te arrimen demasiado esperando que abra el semáforo, o en la cola de la caja en el súper, o que te rocen y te empujen al andar por una calle estrecha. Las normas de urbanidad son distintas aquí. 

- Curiosidades: Hay bastantes peleterías. Y tiendas de zapatos hechos artesanalmente a medida, como en Florencia. Siempre te sirven el café junto con un vaso de agua, como en Viena o en Sevilla. Se venden muchos botellines de todo tipo de bebidas alcohólicas de tamaño mini-bar. La mayoría de estos eslavos del sur tiene el cabello oscuro, bay pocos rubios. No abundan los letreros bilingües. El idioma croata comparte palabras con el esloveno, pero les añade todo tipo de diéresis a las vocales y consonantes. No entiendo nada, pero agradezco que su alfabeto sea como el nuestro, porque así puedo intentar memorizar alguna palabra que me ayude, por ejemplo "peron", andén. No quiero ni pensar en lo que va a ser de mí cuando mi niebla cognitiva se enfrente al alfabeto cirílico, o al griego.

- Zagreb es una gran capital, y como tal está planteada a lo grande. Pero en lo menudo, no llega al nivel de la gran ciudad que pretende ser, según proclaman en sus folletos y sus páginas oficiales de internet. Ejemplos: los servicios públicos son gratuitos y están repartidos por todas partes, lo que se agradece, pero están en un estado lamentable de limpieza y mantenimiento. (En Italia te cuesta un euro cada vez que orinas, pero a cambio las instalaciones están limpias y cuidadas). Los mercadillos callejeros tradicionales de Zagreb son muy frecuentados, y la fruta y verdura que se ofrece a la venta tiene muy buena pinta, pero la higiene es pésima y la mercancía está colocada sobre humildes tablas en inestables caballetes oxidados. La impresión que da es de miseria. La comida que se ofrece en los supermercados es desproporcionadamente cara, no me extraña que los jubilados más humildes revuelvan entre las basuras. Los edificios públicos están muy descuidados. Muchos trenes y tranvías son venerables carracas (y por cierto, todas me tocan a mí). Se nota que mucha gente que te cruzas por la calle lo está pasando verdaderamente mal, sólo hay que ver su aspecto y su expresión. Las temperaturas que me he encontrado son suaves para el mes de enero, pero no sé si aquí se pasa mucho frío/calor, porque las instalaciones de refrigeración/calderas etc que observo desde la calle están totalmente obsoletas, o medio arrancadas. Las calles donde se encuentran las marcas de lujo, o el barrio donde se concentran la mayoría de embajadas, están igual de descuidados que el resto de lugares, sin esos detalles que en otras ciudades te indican que estás caminando por un barrio "bien" o que has entrado en una zona exclusiva. En los barrios corrientes y molientes, algunos comercios son antediluvianos. He visto circulando algunos vehículos de la era Tito que todavía están en uso, señal de que se necesitan. Todas las papeleras de Zagreb están reventadas, con la puerta desencajada, y con la roña de muchos años atrás incrustada. Todo este cúmulo de detalles forma parte de la imagen que proyecta una ciudad a sus visitantes, y son un indicador de una baja calidad de vida y un estado de desidia generalizada. Los ciudadanos se merecen que se retire ese manto de tristeza que les ha caído sobre los hombros. (Estoy generalizando, claro, pero es la impresión que me llevo de este lugar). 

Espero que, en pocos años, esta hermosa ciudad cargada de historia y tradiciones se recupere del bache por el que está atravesando, y sus gentes disfruten de un bienestar que ahora mismo está reservado sólo a una pequeña parte.

Anecdotario:

- La verdad es que no he podido interaccionar casi nada, porque no he encontrado la ocasión y porque esta gente no da pie. Pero al margen de unas conversaciones que no han ido más allá del por favor y el gracias, mi monólogo interior tampoco ha dado mucho de sí, porque estaba centrado en el callejero. Me las he visto y deseado intentando recordar los nombres imposibles de estas calles para buscarlos en el plano (en las zonas sin cobertura, no siempre podía hacer copia/pega para soplárselos a Miss Google). He intentado trucos nemotécnicos, por ejemplo, mi calle es Kaciceva (con diéresis y acentos en las dos ces, para que no falte de nada). Yo le he puesto "casi-se-va", pero luego no recordaba si era "ya-se-va", "sí-que-se-va"... En fin. 

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