4.1.25

Notas: 

- Desayuno en mi B&B de Ortigia bajo una lámpara de araña que cuelga del alto techo, y charlando con el encargado me entero de que el edificio es del XIX y que para montar el alojamiento no pudieron hacer ninguna obra que modificara nada, porque es un inmueble histórico protegido. Este chico, con su mejor voluntad, me hace un listado de todo lo que no puedo perderme en Siracusa: restos arqueológicos, catacumbas, reliquias, la cripta donde está enterrada la santa patrona... No quiero ser descortés, pero mentalmente descarto todo lo que tiene que ver con los muertitos, yo prefiero que las cosas estén vivitas y coleando. Me voy a dar un pequeño descanso mental. Siempre me toca subir muy alto para admirar las vistas panorámicas (=vértigo), y bajar al subsuelo a contemplar criptas llenas de huesos (=asco). Al menos los yacimientos arqueológicos están ya excavados y quedan a ras de suelo... y encima te aportan ese barniz cultureta y ese paseíto al aire libre, o sea, ilustran a la par que entretienen.   

- La Siracusa griega tenía cinco barrios. La ciudad se originó en Ortigia, pero en sus posteriores ampliaciones unos de los nuevos distritos era Neápolis, donde se sitúan los restos que voy a ver.

- Hace un día espléndido. Cruzo el puente que separa Ortigia de Siracusa y bordeo un parque vallado, muy coqueto, llamado Parco del Foro. Nunca entro en los parques si es muy temprano o muy tarde, y los hechos me dan la razón: oigo gritos dentro, y efectivamente hay una pelea, parece que territorial, con gritos y agresiones bastante violentas. Me alejo de allí y dudo si llamar a la policía (número 113 en Italia, que tengo agendado por si acaso). Pero hay otras personas mirando y al poco oigo sirenas. 

- Llego al yacimiento arqueológico de Neápolis, donde me deslumbran todas las maravillas que se pueden admirar allí: el teatro griego, el anfiteatro romano, el altar de Iero, las grutas, la supuesta tumba de Arquímedes, nacido en Siracusa.... pero lo que más me impresiona son las latomías o canteras. Son cavidades inmensas que ha dejado la extracción de roca calcárea desde la antigüedad. Posteriormente esas cavidades se usaron como prisiones donde los desgraciados que entraban allí debían de sufrir privaciones y sin duda claustrofobia. 

Una de esas cavidades gigantescas recibe, de una ocurrencia del pintor Caravaggio, el poético nombre de Oído de Dionisio, porque su forma se parece al oído interno humano, y además tiene una acústica espeluznante: cada susurro es multiplicado y proyectado al infinito en la total oscuridad del interior. Parece ser que así los guardianes podían escuchar las posibles conspiraciones que tramaban los presos políticos... Un joven visitante discapacitado sufre allí mismo un ataque de ansiedad, y no me extraña. Yo misma me siento extrañamente oprimida, y no veo el momento de salir al exterior y alejarme.

Por todo el parque están diseminadas unas esculturas magníficas que me encantan. El autor es un polaco llamado Igor Mitoraj. Él y su taller han reinterpretado los mitos clásicos de Venus, Ícaro, Vulcano, Eros, Teseo... y los han convertido en fantásticas estatuas que no sólo están plenamente integradas en el entorno, sino que lo realzan. Quizá a los antiguos helenos también les gustarían si pudieran verlas, porque aún siendo de estilo contemporáneo con un toque surrealista, no desentonan en absoluto.

- El parque arqueológico es también un pulmón verde, donde abundan los naranjos. Los turistas arrancan las naranjas y se las comen allí mismo con total desvergüenza. El delicioso olor lo inunda todo de un frescor dulzón.

- Desgraciadamente, las tropas de Carlos V expoliaron Neápolis y la privaron de parte de sus restos para reutilizarlos en la fortificación de la isla de Ortigia. Construyeron un baluarte que aún se puede apreciar, y que convirtió a la isla en un parapeto contra los ataques otomanos. 

- En un extremo de esa muralla que construyeron los españoles se conserva el castillo de Maniace, y en su explanada hay otra escultura de Mitoraj, de cara al mar. Se trata de una figura metálica, descabezada, alada, de sexo fluido (del de los ángeles se supone que no, porque el artista se dedica a los mitos paganos). Parece que es un Ícaro... uno de sus pies está sujeto a la altura del tobillo por una mano que le impide alzar el vuelo. El ala derecha la tiene agujereada por un recuadro en forma de ventana, a la que se asoma un busto. En lugar de genitales tiene una cara de Medusa incrustada ahí, en salva sea la parte.  

Es una escultura bellísima. La tarde que la visito, un artista callejero monta una performance a los pies de la estatua: al ritmo pausado de una música entre somnolienta y soñadora, va lanzando al aire pompas de jabón de todos los tamaños. Las pompas flotan en la brisa marina, acariciando al Ícaro, estrellándose contra la hierba y haciendo las delicias de niños y mayores, que brincan para atraparlas. No podría pedir un mejor espectáculo mientras almuerzo una focaccia sentada en un banco al sol. 

- Ortigia está colonizada por turistas, también por expatriados, pero principalmente por los gatos callejeros, que se enseñorean de todos los rincones y nos miran a los humanos con infinito desdén. Los vecinos les montan casetitas donde dormir y les tienen preparados cuencos con agua y comida, de modo que están casi tan mimados como los de la famosa isla japonesa de Aoshima.

- En el extremo de la isla más cercano al puerto pequeño y al mercado donde sirven pescado frito, paseo por el barrio de pescadores de La Graziella. Es un laberinto de callejuelas con placitas diminutas y patios vecinales. Antiguamente esas casitas las habitaban solamente los pescadores, pero ahora son el capricho de muchos expatriados nórdicos y centroeuropeos, que han sucumbido a su encanto. Se nota algo de gentrificación: oigo una charla en alemán entre vecinos de puerta, y tras ponerse el sol, en la oscuridad veo muchos interiores iluminados, decorados al estilo nórdico y no precisamente con muebles IKEA, sino de diseño de ese que cuesta un pastizal. Muchos negocios de hostelería y tiendas de delicatessen tienen los rótulos en francés, en alemán o en idiomas escandinavos que no puedo distinguir.

También hay por toda Siracusa bastantes hoteles de cuatro y cinco estrellas, seis restaurantes estrella Michelin y muchas inmobiliarias cuyo negocio, a juzgar por los precios, debe de ser boyante. Me parece que quizá ahí está la clave del por qué esta ciudad está mucho más limpia y cuidada que, por ejemplo, Catania: es un foco de visitantes de alto nivel adquisitivo, y sin duda se busca acogerlos primero, y fidelizarlos después. Un fenómeno parecido ocurre en la glamourosa Taormina. Si no es por ese motivo, no me explico la diferencia tan abismal que hay en Sicilia entre unos lugares y otros, a poca distancia geográfica pero a años luz en talante y disposición. 

- En Sicilia no se comen a los santos por los pies, sino por la parte de su anatomía que quedó mutilada al sufrir martirio. Si en las confiterías de Catania se servían tetas de su patrona Santa Ágata, aquí en Siracusa se sirven ojos de su patrona Santa Lucía. La fe a veces fagocita (literal) a sus objetos de culto... pero la irreverencia en versión repostería no es un fenómeno exclusivo del territorio italiano. Ahí están para demostrarlo los españolísimos huesos de santo, tetillas de novicia, pedos de monja, piononos, pelotas de fraile, collons de mossèn...

- Muchos balcones de edificios barrocos tienen como balaustrada un herraje combado y panzón, muy característico, sostenido por ménsulas en piedra caliza. En ocasiones, el palazzo ha perdido su piso superior, y de los ausentes balcones truncados sólo quedan las ménsulas que los sujetaban... ese remate accidental le da un aspecto bien curioso al edificio. 

- Busco las huellas de los sefardíes en Siracusa, pero aparte de unos baños hebreos y los restos (en obras) de una antigua sinagoga, sólo aparecen mencionados en términos generales en la antigua giudecca, o judería. Cuando yo escuchaba, en mi etapa de aficionada a la onda corta, el desaparecido programa en ladino de La Voz de Israel, al final siempre daban recetas de cocina y sonaban canciones sefardíes, y a menudo la fuente provenía de Siracusa, que tuvo una de las comunidades hebraicas más prósperas de Europa. De modo que me desilusiona no encontrar una presencia más visible de los judíos locales. Quizá están atemorizados por la deriva que van tomando los acontecimientos?

- Junto a la Fuente de Aretusa, en Ortigia, un anciano echa migas de pan a las gaviotas, que revolotean para cogerlas y quedan suspendidas en el aire, porque esta tarde sopla una fuerte brisa. Pretende hacerles fotos, pero no sé si ha tenido en cuenta que no son dóciles como las palomas, sino muy agresivas. Yo he visto a turistas ingleses en Fuengirola tener que defenderse contra las gaviotas, sosteniendo del revés una silla para escudarse, porque estaban desayunando en la terraza y los animales querían arrebatarles la comida por la fuerza, atacándoles con las garras y con los picos abiertos. Por si se emberrenchinan estas gaviotas sicilianas, paso de largo lo más rápidamente que puedo, a pesar de que forman una estampa bellísima contra el atardecer. 

Anecdotario:

- Junto con otras personas, tengo que apartar del paso sillas y mesas de una terraza, porque un conductor se ha despistado y ha metido su coche por una estrecha calle peatonal, llena de bares y de puestos de artesanía. No sé cómo ha podido avanzar tanto trecho sin reparar en lo que tenía alrededor. Le advierten que no continúe, porque más adelante la calle se estrecha y hay muchas más terrazas. Su única opción es dar marcha atrás, pero tiene que rectificar continuamente porque roza contra todo. Le dan indicaciones contradictorias, hasta que se baja su mujer y le hace de portavoz único, para no complicarle todavía más las maniobras. Laboriosamente y con nervios de acero, va dejando la pesadilla atrás, digo delante, hasta que puede girar y escapar por un callejón lateral. Yo creo que en su lugar me hubiera sentado en el suelo a llorar y, una vez desahogada, habría llamado a la grúa para que me sacara del apuro. 

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