La Befana (la bruja que les trae regalos a los niños italianos el 6 de enero) a mí me ha traído un cambio de planes. No tenía ni idea de que el día de la Epifanía era tan celebrado por aquí. No precisamente con cabalgatas, sino con el cierre de muchos negocios y con la cancelación de trenes y autobuses. Esto último me ha obligado a alargar mi estancia en Noto, mi siguiente etapa, un día más. Yo pensaba quedarme sólo dos noches, pero al final le he tenido que pedir al albergue que me añada una tercera, porque ni para el día 5 ni el 6 he podido encontrar ningún tren ni autobús que circule en ninguna dirección.
Pues nada, feliz descanso para todos antes del comienzo de la cuesta de enero, y yo me he tomado la visita a esta ciudad monumental con mucha más calma, lo que me ha permitido relajarme un poco. Esta vida nómada es nueva para mí, y la verdad es que invierto mucha energía en ella. Fatiga un poco arrastrar la maleta cada 48 horas de una estación a otra, y tener que empezar de cero en cada lugar cuando ya le empezaba a tomar la medida al anterior. Aparte de que me gusta patearme los sitios y verlo todo a pie de calle, lo que me tiene en pie durante muchas horas al día. No me quejo, al contrario, me considero increíblemente afortunada, y además estoy cumpliendo un sueño largamente postergado en el que me he embarcado por propia elección. Pero ya no soy joven y me cansan las mudanzas en bucle. Aunque ahora mismo no cambiaría estas micro vidas errantes mías por nada.
Anyway, llego a Noto desde Siracusa sin conocer previamente gran cosa, salvo que reúne muchos monumentos del barroco. No es una ciudad costera, aunque dista tan sólo 20 kilómetros del mar. El casco histórico está en un promontorio y la estación en el llano, de modo que al bajar del tren no veo ningún esplendor barroco, sino muchas calles empinadas que no tienen nada de particular, con construcciones modernas totalmente anodinas. Es cuando llego al parque y atravieso el arco de entrada para enfilar la calle principal cuando empiezo a tomar conciencia de que Noto es como un museo al aire libre. Y sí, a cada trecho veo un edificio monumental. Barroco, of course.
A mí el barroco me gusta porque me divierte. Me parece dinámico y pleno de propuestas imaginativas, comparándolo con otros estilos más sobrios y contenidos. El barroco, en su mejor expresión, creo que puede ser muy elegante y sofisticado, pero también osado, a veces hasta el exceso... y entonces muta en barrocazo, cuando se le ha ido la mano al artífice de la obra hasta extremos delirantes. Sea como sea, nunca deja indiferente, y resulta de todo menos aburrido.
En Nápoles he visto interiores de templos barrocos que son un muestrario de esplendores apiñados, donde no queda ni un centímetro por cubrir con algo, preferiblemente de mármol de colores. El célebre horror vacui llevado a su máxima expresión. No así en Noto, donde todo es refinado y armonioso. Las fachadas son uniformes, de la misma piedra color albero. Y los interiores, aunque suntuosos, no resultan abigarrados al ser muy luminosos, pero además se han guardado las proporciones y se han dejado amplios espacios en blanco, sin ocupar, en techo y paredes. Un auténtico respiro visual, que ayuda a apreciar mejor tanto los detalles como el conjunto.
La uniformidad que presenta todo el casco urbano se debe a que un terremoto destruyó por completo a finales del XVII la ciudad original de Noto, cuyos restos quedan a unos kilómetros de distancia. Se levantaron espléndidos iglesias y palacios de nueva planta con pocos años de diferencia, y como resultado la nueva población es una joya del barroco siciliano. La llaman el jardín de piedra, y desde luego que lo es, y bien frondoso.
Pero tres días en Noto dan para algo más, como se puede comprobar en las siguientes
Notas:
- Me paso el tiempo murmurando "Qué barbaridad". Es que me parece tremendo que esta ciudad reuniera unos palacios y unos templos tan sumamente esplendorosos, símbolos de riqueza y poder, cuando la gente corriente debía emigrar lejos porque aquí pasaban necesidades sin cuento y no podían vivir dignamente. Sé que eso mismo ocurría en cualquier otro lugar, pero Noto es muy pequeño y sus palacios son enormes, de modo que el efecto visual resulta aquí más impactante porque los palacios llenan calles enteras.
- Con tanta concentración de iglesias, el campaneo de unas y otras se convierte en animada conversación, porque los tañidos parece que dialogan. Lo que me parece curioso es que, en realidad, sus toques no te informan de la hora. Es decir, que suenan las horas, los cuartos y las medias, pero lo que importa es el repiqueteo prolongado, y las campanadas parecen algo arbitrarias. He llegado a contar hasta doce campanas a las nueve de la mañana, por ejemplo... ah no espera, es que han hecho una pausa, les quedaba la última. Trece.
- La catedral de San Nicolò de derrumbó parcialmente en el terremoto de 1996, y ha sido reconstruida contando con artistas contemporáneos, que han seguido en sus trabajos la tradición del barroco para no desentonar con el entorno. Las pinturas que más me gustan son las del Vía Crucis. En el templo no figura el nombre del pintor, pero lo consulto y me entero de que se llama Roberto Ferri, que es siciliano y que es un joven artista muy reconocido. Esos cuadros son una maravilla, y aparte de mostrar la pasión de Cristo, son un estudio en profundidad del cuerpo humano bajo una luz hiperrealista. Y yo diría que además tienen un curioso toque masoquistaque se le suele atribuir a San Sebastián, pero nunca lo había visto en un Cristo.
- En la iglesia de Santa Chiara, el frontispicio sobre el altar mayor está poblado de grandes figuras de estuco. La del centro representa a Dios Padre encima de una nube, pero en equilibrio inestable porque se inclina hacia abajo bendiciendo a los hombres con los brazos abiertos, y parece que en un descuido se nos va a caer encima... Menos mal que uno de los ángeles de su corte celestial le sujeta posando la mano en su rodilla. Literal.
- En mayo, por el Corpus, se celebra la fiesta de la Infiorata, que en España llamamos tapices de flores. Los carteles anunciadores son muy originales. En uno de ellos hay un primerísimo plano de Salvador Dalí, pero no sé cuál es la posible relación.
- Siento curiosidad por la tradición de la Befana, que según leo proviene de los romanos nada menos. Pregunto en el café donde desayuno y en el punto de información turística si se organiza algo en las calles, pero no me lo saben decir. Me hablan en cambio de actividades con Papás Noeles. O sea, que al menos en Noto no hacen nada. El Babbo Natale se ha comido a la Befana con patatine. Poverina.
Llegado el día, no veo a la chiquillería paseando trinfualmente sus nuevos juguetes, así que quizá la bruja sólo les llene los calcetines de dulces...A los romanos lo que les aportaba era fertilidad en las nuevas cosechas. Más tarde en el noticiario sí que veo que en las grandes ciudades ha habido desfiles de befanas y hasta en Roma hay una que se desliza desde un balcón al suelo, escoba en mano. Se trata de un hombre travestido, supongo que un especialista, porque el vuelo entraña mucho riesgo...
Lo que sí llego a ver es una passeggiata de zampogne, o desfile de zampoñas, un tipo de gaita. Son sólo cinco músicos vestidos con trajes regionales: gaita, acordeón, flauta, pandereta y voz. Van haciendo una parada en cada iglesia, se colocan en la escalinata, y allí cantan una canción tradicional en dialecto que parece un villancico. La música es un poco melancólica, nada que ver con la tarantella. Pero es una bonita tradición, y me alegro de que no se pierda.
- En información turística ojeo un libro sobre la multitud de películas y series que se han rodado aquí. Entre ellas, un episodio del Comisario Montalbano. Y una cosa tremenda de Alain Delon titulada Tony Arzenta, en la que su personaje, que es un sicario, acaba asesinado a tiros en la escalinata de la iglesia de San Francisco de Asís. Hace años mi mitomanía me empujó a ver esa película. Dos horas de mi vida que son irrecuperables. Pero Delon sale muy guapetón, eso sí.
- A pesar de mi vértigo, me encaramo al campanario de la iglesia de San Carlo. Las hermosas vistas me compensan del miedo a que las tres campanas empiecen a tañer conmigo todavía allí arriba. Afortunadamente no ocurre...me habría muerto de terror.
- Una carnicería anuncia que vende carne equina. Bajo el dibujo de un caballo de carreras, aparecen por este orden una vaca, un cerdo y un gallo. Parece que en Francia y Alemania tampoco le hacen ascos a la carne de caballo, que en España es un tabú. Me fascinan estos contrastes culturales.
- Noto es una ciudad boutique. Aparte de la belleza de su patrimonio, tiene rincones cuquis, pero de un cuquismo estudiado para parecer espontáneamente siciliano de toda la vida... Ha habido, y sigue habiendo, gente muy rica. No es casualidad que Sotheby's tenga aquí una sede de su división inmobiliaria de lujo.
- Cuesta mucho encontrar una papelera en Noto, hay unas cuantas en la calle más turística y poco más. Los vecinos dejan sus bolsas en el suelo, pero como las aceras son tan estrechas que a veces sólo hay espacio para el bordillo, en algunas casas veo que las cuelgan de unos ganchos en la pared. Afortunadamente aquí la recogida es eficiente y no se acumulan los residuos.
- La fuente de Hércules fue el primer lugar de Noto donde ondeó la tricolore, en los 1860s, durante las campañas revolucionarias de Garibaldi. Algunos jóvenes colocaron el estandarte de modo que el mismísimo Hércules la sujetara. Y dejaron una pancarta: Muerte a quien ose tocar esta bandera. Poca broma. Luego de esa revolución cambiaron algunas cosas, y otras se quedaron igual que estaban...
Eso sí, la vistosa tricolore sigue representando la unidad de Italia, siglos después. Precisamente mañana día 7 es la fiesta de la bandera aquí. Busco el simbolismo de sus colores: el verde de las llanuras / el blanco de los picos nevados / el rojo de la sangre derramada por los héroes.
- Pero pocos años antes, aún bajo el reinado de los Borbones que tanto les oprimieron, la ciudad de Noto había levantado un vistoso arco triunfal como testimonio de su fidelidad a una monarquía a la que luego tanto decían odiar. Me recuerda a esa frase que es célebre porque resume el gatopardismo: Todo debe cambiar para que todo permanezca igual. Traducción: los poderes fácticos siempre se alinean con los vencedores de turno cuando hay una revolución, con la única intención de seguir medrando. Aún lo hacen, y con esta receta infalible les va de fábula.
El arco sigue ahí, y por las noches lo iluminan con los tres colores de la bandera en franjas verticales. La luz no es precisamente sutil y el efecto para mi gusto es un poco demasiado llamativo. Pero para gustos, los.... excuse the pun!
- Qué más. Estoy desayuno en un café local donde el programa de fidelización me regala la colazione de estos tres días. En pocos lugares de lo que llevo visitado de Italia me sirven el café bien caliente, la verdad. A veces lo he pedido expresamente y no lo he conseguido. Quizá piensan que una temperatura demasiado alta impide saborearlo? Las tartas aquí en cambio son exquisitas. Ayer probé la de naranja, y hoy toca ración de la de pistacho. Son los dos ingredientes estrella, junto con el limón, de la repostería local. Los parroquianos que entran le cuentan a la encargada el último capítulo de sus vidas y las de sus familias. Cuando se jubile, si es que se aburre, esta muchacha puede emular a Balzac y escribir La Comedia Humana de Noto, porque sin duda lo sabe todo de todos.
- Me doy un paseo por la ciudad alta, donde veo muchas casas preciosas del ottocento de una o dos alturas, convertidas albergues para turistas. Me dejo llevar por las calles de esos barrios, desiertas a las cinco de la tarde. No hace nada de frío. En los interiores que están iluminados puedo distinguir a muchos mayores viendo la televisión, y oigo a niños jugando, pero dentro porque ya oscurece.
- Llego hasta un palazzo con muchas banderas bien lavadas y planchadas, que me parece un hotel. Hasta que me acerco a leer un letrero junto al portón que en letra cursiva muy primorosa pone: Casa di reclusione. Es un hotel sí, pero involuntario!
- Hay muchas enotecas en Noto, la principal en el antiguo mercado, donde sirven los caldos del Val de Noto, que parece que son célebres, sobre todo el moscato. Me quedo con las ganas de probarlos por un elemental sentido de la prudencia. Como medida de seguridad, no pido nunca una copa si voy sola, porque no sé qué contiene una botella ya abierta. Y no puedo comprar un botellín de marsala, o de moscato, porque no existen. Sí que he comprado benjamines de proseco para la Nochebuena. Peco de exagerada? Últimamente en Europa muchos países están introduciendo en el código penal un delito cada vez más frecuente, que consiste en drogar una bebida y, cuando la víctima, totlamente mareada, se mete en el servicio del local, asaltarla sexualmente. Se supone que una enoteca es un lugar donde no te va a ocurrir nada parecido pero... los locales están todos semi vacíos porque estamos en temporada baja. Y muchos camareros son sustitutos de los titulares que estàn de vacaciones. Piensa mal y acertarás, decía mi madre.
- Anecdotario:
Ayer me ocurrió algo bien curioso. Me salgo del decorado turístico para husmear en el Noto real, en la ciudad baja. Paseando por una calle, me paro un momento para abrir una bolsa de arándanos, uno de mis vicios confesables (siempre me peleo un buen rato con el abre-fácil de los envases italianos). Frente a mí, una anciana con una bolsa de la compra se dispone a entrar en su casa, pero me ve parada y, con toda amabilidad, me invita a entrar con ella. Me sorprendo, pero luego a través de la puerta acristalada veo que me muestra, en el zaguán, un belén. Según dice, lo monta todos los años ella misma y es la admiración de todos, y por eso deja que los que se paran a mirar desde fuera lo puedan contemplar con detalle. Vamos, que como le ocurre a muchos mayores que viven solos, necesita un ratito de compañía pero le da la vuelta para que parezca que el favor me lo está haciendo ella a mí.
Decido entrar, porque los niños no me gustan, pero en cambio los mayores se me dan muy bien. Y la señora está ilusionada como una cría sólo de pensar que me va a explicar cómo pega todas las figuritas con pegamento (tiemblo al pensar en la operación desmantelamiento). Y cómo el párroco viene todos los años a bendecirle su creación, el día del la Epifanía (con la de cosas que tendrá que hacer el hombre) y cómo ella ha nacido en esta casa y quiere morir en ella, no en un asilo (tiene 88 años, muy bien llevados). Le llevo la conversación lo mejor que puedo, alabo su obra y me voy acercando a la puerta, porque sé por experiencia que si no corto la charla tengo para horas allí dentro (estuve cinco años en un programa de voluntariado con mayores). Si no lo impido, al final me invitará a comer y me convertirá en una especie de sobrina adoptiva, me contará todos los secretos de su familia y estaré atrapada en un laberinto mitológico como el de Creta hasta que los dioses me liberen. Al final me libero yo misma, encuentro el hilo de Ariadna dándole a esta señora encantadora un abrazo de despedida por sorpresa, y me marcho deseándole que el año que viene vuelva a montar su belén. Si aún estoy aquí, me responde, toda naturalidad. Qué tierna y qué auténtica.
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