16.1.25

Ahora que estoy a punto de abandonar Italia, quería hacer un listado de algunas cosas quee han sorprendido, o bien porque no me las esperaba así, o bien porque ya las creía desaparecidas y las he reencontrado aquí, algunas para bien y otras todo lo contrario: 

- No esperaba que Italia fuera tan verde. En el norte no me ha sorprendido, pero en el sur y en Sicilia sí. En casi todas partes me he encontrado con un tapiz cubierto de hierba. No me extraña que esté representada en la franja verde de la bandera tricolore, porque es un elemento común a casi todo el país.

- Creía que iba a encontrarme una Sicilia más dormida en el tiempo de lo que la he encontrado. Claro está que me he movido principalmente por la costa. En la única pequeña incursión que he hecho hacia el interior, forzada porque no había otra forma de conectar con las dos principales líneas férreas, ya he podido percibir una diferencia importante en cuanto abandonas el circuito turístico, con una caída en el nivel de calidad de vida apreciable a simple vista. 

- Según mis gustos y opiniones, que son sólo eso y que además cambian tanto como los principios de Groucho Marx: los italianos son capaces de la mayor elegancia y la mayor chabacanería. Pueden  idear las más bellas creaciones, las más sublimes obras de arte, los más elevados pensamientos... y lo contrario de todo lo anterior. Hay cosas de mal gusto que he visto por aquí que superan todo lo imaginable, hasta un punto de virtuosismo que yo creo que tiene verdadero mérito. Lo que me parece que no abunda es ni el término medio ni nada que sea remotamente anodino. Tierra de fuertes contrates.

- Para contrastes, la distancia psicológica y cultural que separa al norte del sur en este país. Son dos países distintos con mucho puntos en común pero enormes diferencias irreconciliables. Es un mérito que sigan unidos, en estos tiempos de nacionalismos provincianos, por sentimentalismo, o por conveniencia o por lo que sea. Pero la unificación aún les refuerza, y eso se lo aplaudo con verdadera admiración. 

- Las fórmulas de cortesía que tanto echo de menos (debe de ser que soy una cursi) siguen vigentes en el habla cotidiana de los italianos. Qué gloria oírles cómo se saludan y se despiden y se dirigen unos a otros. Luego a lo mejor se pegan unos gritos si hay una discusión de tráfico o si se tienen mucha confianza, y también me gustan sus insultos y sus palabrotas. Los tacos son una de las primeras cosas que aprendo de un idioma, creo que reflejan el carácter nacional mejor que un himno o una bandera. Y los tacos italianos son imaginativos, una creación artística en toda regla. 

- La gastronomía es exquisita y además muy sana, pero en mi opinión adolece de falta de variedad. Me pregunto si no será aquí algo complicado ser, por ejemplo, ovovegano. O intolerante al gluten. O simplemente una persona ala que le cansen la pasta, los dulces y los fritos. 

- En Italia me he reencontrado con algunas cosas que no veía desde la infancia:

* El motocarro

* Los repartos en carretilla

* La venta de vino a granel, donde el cliente lleva su propia garrafa para que se la llenen con una manguera directamente desde un tonel

* Los talleres y las tiendas de barrio que consiste en una alcovita donde hay una tabla que hace de estante y una cortina que hace de cierre.

* Excrementos de perro (y de otras especies, no entremos en detalles) y escupitajos decorando las aceras

* Pavimentos parcheados y remendados mil veces, llenos de socavones

* Suciedad incrustada, basuras esparcidas por el suelo, muebles y trastos viejos dejados de cualquier forma en cualquier parte

* Coches aparcados obstruyendo el paso en las estrechas calles de los cascos antiguos

* Cabinas telefónicas que parecen estar aún en uso

* Falta de papeleras y de contenedores

* Hospitales y centros de salud, estaciones y todo tipo de edificios públicos sin rampas, sin ascensor y sin entrada adaptada para personas con movilidad reducida.

* Mercados callejeros donde se venden alimentos sin ningún tipo de control ni de garantías sanitarias. Ejemplo: el pescado sumergido en agua con unos cuantos cubitos de hielo, dentro de una palangana depositada en el suelo, justo por donde pasan personas y motocicletas. 

* Abundan las pequeñas tiendas de comestibles tradicionales, y no hay tantos supermercados, es más, en las poblaciones muy pequeñas a lo mejor no hay ninguno, y en otras más grandes sólo uno, y en las afueras. Tampoco hay tantos restaurantes de comida rápida como en otros países. Debe de ser que no hay mucha demanda de ninguna de las dos cosas, y las familias aún se aferran a las recetas tradicionales. 

* En el sur y en Sicilia abundan las tiendas de vestidos de novia. Aquí aún se casa mucho la gente.

* Los gatos callejeros a los que alimenta todo el vecindario, para evitar que haya ratones en el barrio.

* Los edificios en estado de semi abandono, y en los que están habitados, las fachadas desportilladas, la falta de mantenimiento de las casas en general, tanto antiguas como más modernas. 

Hay también cosas que echo a faltar en la vida moderna y que aquí se resisten a desaparecer del todo:

* El respeto por los mayores, sean o no de la familia. El cariño con el que se les trata. La forma en que se les incluye, aunque sea simbólicamente, en el grupo familiar o vecinal.

* Una especie de deferencia caballeresca hacia las señoras de cierta edad (entre las que ya me cuento). Aunque luego te demuestren que son muy machistas y se empeñen en darte lecciones de la vida, pero se agradece que te echen una mano, la verdad.

* La gran cantidad de niños pequeños que hay. En España tenemos pocos, y en comparación aquí abundan.

* La ausencia de prisa compulsiva, de energía eléctrica, de despersonalización y de neurosis propias de una gran ciudad de la era digital. Sólo he encontrado algo parecido en Milán, pero muy lejos del nivel de velocidad del típico cagaprisas madrileño, entre los que me cuento por cierto. En las poblaciones italianas la vida sigue su curso con una parsimonia que me resulta admirable y enervante a la vez. 

- Por último, pero no menos importante: en Italia me siento como en casa, por afinidad de temperamento y por asimilación cultural. Pero también porque aquí me reconcilio con el surrealismo de la vida cotidiana. Solamente en Irlanda he encontrado un nivel de irracionalidad similar. Y por supuesto en España. Somos pueblos poco sutiles que abrazamos la inconsecuencia con todo cariño y con sentido del humor. La falta de lógica y de coherencia creo que es una cualidad esencial para enfrentarse al sinsentido y a las dificultades de la vida, y por irritante que me resulte, por incómoda que me haga la existencia, por odiosa que la encuentre, creo que es todo un hallazgo de la imaginación humana, un rasgo de genio reservado a los locos y a los visionarios, a los elegidos de los dioses. Ahora en Centroeuropa me voy a encontrar con una de las cunas del dadaísmo, pero sospecho que no va a ser lo mismo. Mis prejuicios me susurran al oído que la gente no va a tener la flexibilidad mental que caracteriza a los meridionales en Il Bel Paese. A presto, ciao Italia. Ti amo. 









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