7.6.25

En la estación de Orleans, esperando al tren de Austerlitz París. No me puedo creer mi buena suerte... sin pretenderlo me he encontrado con esta posibilidad de ir allí todos los días con toda comodidad, desde esta ciudad que, a juzgar por lo que pude ver ayer, además de ser un lugar de importancia histórica de primer orden, es también una ciudad dormitorio de la capital. Más luego, cuando vuelva. 

- Le voy a dedicar unos parrafitos a Orleans, que se los merece. Es una ciudad cómoda y tranquila a orillas del Loira, que se muestra aquí algo más desidioso que cauce abajo. En general me ha parecido una población más sosainas que las que he visitado hace poco de su mismo tamaño. Se me ocurre que quizá se debe a que está muy bien comunicada con París, y por eso tiene ese ambiente de ciudad dormitorio con poca vida en sus calles. Pero esa impresión desaparece un viernes al atardecer, tras un largo paseo por su casco antiguo. Las terrazas se concentran en una serie de calles y callejuelas con mucho carácter, interseccionadas por plazas con algunas casas medievales con fachadas de entramado de madera, y otras son del renacimiento francés, muy elegantes. Hay gente, tampoco mucha, en la orilla del río y en torno al complejo de los multicines Pathé Orléans. Fuera de esa zona, mis pasos hacen eco en el vacío existencial.

- En la Place Martroi se evoca a Santa Juana de Arco, la heroína santificada que tanto luchó por expulsar a los ingleses de Francia en la Guerra de los cien Años, y que les venció en el asedio de Orleans del s. XV. Se la venera en todas las iglesias francesas no sólo como a una bienaventurada, sino como un icono patriótico, una mártir que dio su vida por esta nación. A mí estos personajes iluminados y mesiánicos siempre me recuerdan que mi padre compró por dos veces el libro "Locos egregios" de Vallejo-Nájera, de quien mi madre era admiradora  (se lo prestamos a un cuñado que nunca lo devolvió, y para poder releerlo hubo que comprarlo de nuevo). Esa lectura me abrió los ojos sobre las personalidades extremas, exuberantes, desproporcionadas de muchas figuras históricas. Es ese tipo de carácter que en inglés se llama "larger than life". Juana de Arco decía tener visiones divinas en las que Dios y los santos guiaban su voluntad y su destino. Lo que probablemente tenía la pobre era un trastorno mental que la llevó a morir en la hoguera a los 19 años, porque en la Edad Media no había psiquiatras forenses sino inquisidores. Parece que su empeño en vestirse y peinarse como un hombre en las batallas también se juzgó como pecaminoso. Lástima de muchacha incomprendida. 

- Aparte de la Doncella de Orleans, lo que da justa fama a esta ciudad es su catedral de la Sainte-Croix. Se comenzó a edificar en la Edad Medía, como casi todas, y también como casi todas sufrió varios avatares que forzaron su reconstrucción. Pero en su caso está se retrasó varios siglos, y para cuando quisieron terminarla siendo fieles al estilo gótico, corría el s. XVII y este había pasado de moda. Los último remates se hicieron a principios del s. XIX, con los Borbones que sucedieron a Napoléon I. Se hizo lo que se pudo para recrear una Edad Medía pasada por la imaginación de siglos posteriores. El resultado son unas torres coronadas con unas finas columnatas en disposición circular. Resultan muy originales, pero a mí no me gustan todas esas columnitas, qué se le va a hacer. Menos es más. 

- Por último, leo que tanto la mostaza como el vinagre de Orleans son muy apreciados por su gran calidad. En el caso del vinagre, se debe a que los barcos que transportaban el vino por el Loira a veces tardaban demasiado, y los caldos llegaban a Orleans ya pasados, lo que los hacía imbevibles. Se les ocurrió convertirlos en vinagre, y este resultó exquisito ya el vino de origen lo era. Lo que no se le ocurra a un comerciante para colocar su mercancía en el mercado, no forma parte de los confines de la imaginación. Un ejemplo extremo es el descubrimiento de la cerveza negra: a un publicano se le incendió su almacén de cebada pero nunca se planteó tirarla, sino que la aprovechó de todos modos, y el resto es historia. Agradecimiento eterno a ese caballero allá donde esté enterrado en el Londres de la Pérfida Albión, como llaman aquí a su eterna rival.

- Mi alojamiento en Orleans está a 30 minutos andando de la estación, y es un apartamentito en la calle del Faubourg Saint Vincent. Esta calle, que nace en el corazón de la vieja Orleans, se extiende hasta la cercana localidad de Fleury les Aubrais, ya incorporada al área metropolitana. Sus primeros números están ocupados por buenos edificios plenamente urbanos, luego según vas avanzando ya son más residenciales, y en el tramo más alejado del centro son casitas bastante más humildes, algunas abandonadas. Yo estoy viviendo en esta parte, en un edificio un poco desaliñado donde la puerta que da a la calle no cierra bien, pero nadie parece preocupado ni tampoco sorprendido por ello. 

Mi buhardilla tiene las vigas originales, sin pulir, y uno de esos suelos de madera muy antiguos que crujen a cada paso. Cuando suena mi despertador a las 6am y me levanto, intento hacer el menor estruendo posible pensando en no despertar a quien ocupe el piso inferior, pero es misión imposible porque cada pisada me delata. Si alguien me filmara y revisara el vídeo me tomaría por una aquejada de un TOC severo, porque he descubierto que hago menos ruido si evito el centro de la habitación, y por tanto ando pegada a las paredes, de modo que me voy agarrando a los muros y a los muebles como para salvar la vida por estar al borde de un precipicio. 

Tiene gracia la coincidencia en el nombre del Faubourg Saint Vincent, porque en Sevilla hay una calle larga llamada de San Vicente, en uno de los barrios con solera más señoriales, el del Museo. Presenta una disposición similar a la de aquí en sus tramos, que avanzan desde la zona burguesa o "más mejor" y finalizan en la más obrera o "más peor", según el habla local. Y para diferenciar los tramos, la gente les llama San Vicente, Don Vicente, Vicente y Vicentillo.  Yo estoy alojada en un Vicentillo con aspiraciones de parecer Vicente, pero sin ninguna esperanza de llegar a que le den el tratamiento de Don. 




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